Ficha técnica
Título: Cosas de de niños | Autor: David Wagner | Traducción: Esther Cruz Santaella | Editorial: Errata Naturae | Colección: El Pasaje de los Panoramas | Formato: 14 x 21,5 | Páginas: 160 | ISBN: 978-84-15217-98-5 | Precio: 15,50 euros |
Cosas de niños
David Wagner
Este maravilloso libro, humilde y lleno de encanto e inteligencia, nos habla de la felicidad y de la extrañeza de ser padre e hijo a la vez: el narrador se sorprende con el pensamiento mágico de su hija, se maravilla ante sus juegos y progresos con el lenguaje y se acerca a las grandes preguntas: ¿qué significa estar en el mundo? ¿Qué es la vida? ¿Y por qué el carrito del bebé se estropea siempre cuando más lo necesitamos?
Para David Wagner, el concepto de hijo es impensable sin el concepto de padre; de hecho, es precisamente la integración en una sucesión de generaciones lo que distingue esa situación especial de la infancia. Cuando miras a tu hijo se despiertan recuerdos del hijo que alguna vez fuiste y sobre el que tus padres u otros mayores te han hablado.
En Cosas de niños, Wagner ahonda en los pequeños rituales y procesos que representa a diario ese hijo (en su caso, una niña); en tales rituales se reflejan las modas del presente inmediato, pero también hay ecos de la infancia del padre e incluso de los abuelos. Y «ahondar» significa no sólo contar, narrar, sino también meditar, reflexionar. Lo que se hace aquí casi en voz alta, compartiéndolo todo, como en una conversación, con nosotros, los afortunados lectores.
«Un libro maravilloso. Un padre describe y admira a su hija, sus ocurrencias, sus asociaciones de ideas, sus experiencias reveladoras, sus exigencias inmediatas y su paso a la independencia, mientras él, gracias a ello, se sumerge en el recuerdo una y otra vez». Andreas Schäfer, Tagesspiegel.
«Cuánta belleza habita en las cosas más pequeñas, en los hechos más simples, algo que Wagner muestra en pocas palabras, sin caer en la cursilería». Hamburger Abendblatt.
«Un libro pequeño que desprende un encanto enorme». Sandra Kegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung.
«Melancólico en ocasiones, resulta increíblemente divertido en muchos momentos», Magazin.
«Inteligente, sencillo y entretenido». Susanne Mayer, Die Zeit.
Cochecito
El número uno dejó de servir, se le quedó pequeño a la niña. El número dos pesaba demasiado y era complicado maniobrar con él. El cochecito número tres se rompió, el número cuatro lo robaron. El número cinco se quedó en España, no merecía la pena traerlo de vuelta, el número seis perdió una rueda, el número siete todavía anda, precisamente ahora. Cuando la niña ya corre.
Rapunzel
Mientras la peino, dice la niña: Ahora tienes que decir: qué pelo tan bonito. Tienes que decirlo ahora, pero seguir diciéndolo. Pide la frase y su repetición. Así es el ritual.
Luego la niña me peina a mí y dice: No te muevas, y pide que diga que me tira. Y, siguiendo su deseo, me quejo de que me tira, y la niña sigue peinándome, dice: No te muevas, nada de moverse, Rapunzel… hasta que de pronto lo ve: Ahora, ahora tienes el pelo bien.
La niña tiene gomillas para el pelo de todos los colores posibles, diademas, hebillitas, pincitas, adornitos de niña con mariquitas, mariposas, brillos, lunaritos, brillantes.
Acabo de descubrir, viendo la cabeza de la niña, que llevo décadas haciéndome la raya en el lado equivocado; hasta que no he tenido que decidir a qué lado hacerle la raya a la niña y he visto por dónde le cae el pelo, no me he dado cuenta de que a mi pelo le corresponde el otro lado.
Sueño que la niña pierde una mano y en su lugar le ponen, en una operación laboriosa, una de mis manos, creo que la derecha. La escena final del sueño es como el momento de El imperio contraataca en el que Luke Skywalker se acopla una mano protésica nueva, aunque en su caso es mecánica. Pero a la niña, cuyo pelo me recuerda a veces al peinado perfecto de Luke Skywalker, sin necesidad de secarlo así a propósito, le ponen mi mano en ese sueño. Le queda bien, puede usarla enseguida. Yo estoy muy contento y no noto nada en absoluto, ni siquiera me doy cuenta de que ahora me falta una mano.
Dame la mano, dice la niña.