
Ficha técnica
Título: Conversaciones con Octavio Paz | Autor: Octavio Paz | Editorial: Confluencias | Colección: Conversaciones | Formato: 105 x 170 mm. | Encuadernación: Rústica |Páginas: 112 | ISBN: 978-84-942742-5-1 | Precio: 12 euros
Conversaciones con Octavio Paz
Octavio Paz
El centenario de Octavio Paz este año es el momento idóneo para festejar al Premio Nobel mexicano dando a conocer materiales que ayuden a la comprensión de su larga trayectoria y fundamental obra.
Enrico Mario Santí (Santiago de Cuba, 1950), que a lo largo de dos décadas trabajó como editor de algunas de sus obras canónicas (Primeras letras, El laberinto de la soledad, Libertad bajo palabra), nos ofrece ahora tres momentos de su relación entre autor y crítico en estos diálogos realizados en distintos momentos y llenos de sorprendentes datos.
En ellos se abordan las interioridades de los orígenes de Paz como escritor, sus viajes y trabajos en distintos puntos del planeta y las tensiones entre sus tareas de intelectual, editor y, sobre todo, poeta crítico de su tiempo. El resultado es una lectura apasionante del trato con el escritor que más nos demostró que Conversar es humano.
Prólogo
Enrico Mario Santí
Conversaciones con Octavio Paz recoge tres de las muchas entrevistas que hicimos el poeta y yo a lo largo de veinte años de trabajo en la edición de algunas de sus obras. Se publican hoy como un homenaje más a su centenario y para hacer honor a la verdad de nuestra relación, que bien podría ser calificada de maestro y discípulo y no solo de autor y crítico.
Empezamos a trabajar juntos a principios de los años ochenta, cuando, comisionado por una editorial americana para escribir una introducción general a su vida y obra, viajé a México para realizar investigaciones en bibliotecas locales. Fruto de ese primer contacto fue nuestro libro Primeras letras, 1931-1943 (1988), recopilado a su insistencia, donde se recoge gran parte de la prosa dispersa, hasta entonces rezagada, de su primera época. Mi interés de investigador principiante pronto se convirtió en otra cosa: estudioso de sus obras, editor de otras obras canónicas (Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad, Blanco), colaborador de la revista Vuelta, que él dirigía, y simpatizante político. Quiero pensar que fuimos, igualmente, amigos, a pesar de la diferencia de edad y de contarme como un colaborador más en el sinnúmero que lo rodeaban y, a veces, abrumaban. No sé cómo el hecho de no ser mexicano y en cambio sí exiliado cubano -cuya experiencia histórica, y salvando las distancias, coincidía bastante con la suya- hizo prosperar nuestra relación intelectual y, más precisamente, literaria y crítica. Sea porque encontró en mí un simpatizante fidedigno, un interlocutor curioso o un investigador asiduo, me pidió en varias ocasiones que preparase ediciones de sus obras más solicitadas. Mi interés en su obra, que considero fundamental no ya para las letras hispanoamericanas sino para la actualidad y futuro del pensamiento, se transformó así en un proyecto de biografía intelectual que solo ahora, luego de tres décadas de trabajo, toca a su fin. El proyecto me dio, por eso mismo, la oportunidad de acercarme a él y calar más a fondo en su quehacer.
Si los dos primeros diálogos que ahora se recogen se circunscriben a ciertos temas y los realizamos en dos momentos muy al principio de nuestra relación -1985 y 1987-, el tercero y último, de 1996, fue de mayor envergadura. Su finalidad fue servir de cierre a otro libro comisionado que nunca llegó a realizarse debido a una decisión editorial ajena a nosotros. Fue en esa ocasión, inolvidable, estando ya el poeta enfermo de su última dolencia, que él pudo abrirse más conmigo y me manifestó algunas patéticas quejas sobre ciertos aspectos de su país. Si algo justifica esta modesta recopilación de viejos diálogos entre dos amigos son esas palabras que no he querido que se lleve el viento.
Aprovecho el cierre de este prólogo para agradecer a quienes hicieron la publicación de estos diálogos posible: Javier Fornieles, cuya genialidad prosperó en su recopilación; Frank Janney, quien acogió sabiamente la idea de incluir un diálogo con Paz en la serie Espejo de escritores; Hans Meinke, quien me comisionó oportunamente para realizar el Retrato de Octavio Paz que aparece aquí al final; Marie-José Paz, quien no solo ha alentado mi trabajo a lo largo de los años sino, en su momento, generosamente revisó con minucia ese último diálogo; mi esposa, Nivia Montenegro, que apoya todo mi trabajo.
Y desde luego a Octavio Paz, cuyo centenario celebro todos los días de mi vida.
Claremont, Ca.
31 de marzo, 2014