Ficha técnica
Título: Breviario de saberes inútiles. Ensayos sobre sabiduría en China y literatura occidental | Autor: Simon Leys | Traducción: José Manuel Álvarez-Flórez y José Ramón Monreal | Editorial: Acantilado | Colección: El Acantilado, 333 | Encuadernación: Rústica cosida | Formato: 13 x 21 cm | Páginas: 592 | ISBN: 978-84-16748-07-5 | Fecha: 2016 | Precio: 36 euros
Breviario de saberes inútiles
Simon Leys
Cuenta Simon Leys que cuando era un joven estudiante tuvo la suerte de acudir a una peculiar escuela en Hong Kong. Uno de sus condiscípulos, calígrafo y grabador, la bautizó como «Escuela de la inutilidad», y en ella pasó Leys unos «años intensos y gozosos, en los que aprender y vivir eran lo mismo». Sólo más tarde descubriría el escritor belga que, puesto que el saber más ocioso constituye el fundamento de los valores esenciales de nuestra humanidad, a esos años debía lo más decisivo de su formación. Esta antología de ensayos reúne toda la sabiduría «inútil» que acumuló a lo largo de su vida: en ella se dan cita personajes, imaginarios o reales, tan diversos como don Quijote y el inspector Maigret, Confucio y Mao Zedong, o Magallanes y los náufragos de las remotas islas Auckland. Todos ellos atestiguan la espléndida travesía intelectual del lector voraz que fue Leys, conocedor privilegiado de la literatura occidental y la cultura china.
«Leys nunca se ensaña con las personas incultas, demasiado ignorantes para saber lo que hacen. Sus mordaces y certeros dardos apuntan a sus colegas intelectuales, a menudo académicos y en particular especialistas en China, individuos que bailaron al son que marcaba el Partido Comunista en cada momento a pesar de que supuestamente sabían lo que hacían». Ian Buruma, The New York Review of Books
INTRODUCCIÓN A CONFUNCIO
Lu Xun- al que se considera con toda justicia el escritor moderno más grande de china; murió en 1936, y, por otra parte, sentía una gran aversión hacia confucio por razones que se indicarán en breve -comentó que, siempre que apa-rece en este mundo un genio verdaderamente original, todo el mundo procura librarse enseguida de él. hay dos métodos para conseguirlo. el primero es la represión: le aíslan, le matan de hambre, le rodean de silencio, le entierran vivo. si esto no funciona, adoptan el segundo método (que es mucho más radical y temible): la exaltación. Le ponen un pedestal y le convierten en un dios. (Lo irónico, claro, es que el propio lu Xun fue sometido a ambos tratamientos: cuando estaba vivo, los comisarios comunistas le intimidaban; una vez muerto, le rindieron culto como su más sagrado icono cultural, aunque esto es otra historia).
Durante más de dos mil años, los emperadores chinos han mantenido y promovido el culto oficial a confucio. se convirtió en una especie de religión de estado. Ahora los emperadores se han ido (¿o no?), pero el culto parece estar muy vivo: en fecha tan reciente como octubre de 1994, las autoridades comunistas de Pekín patrocinaron un gran simposio para celebrar el 2545 aniversario del nacimiento de confucio. El principal orador invitado fue el antiguo primer mi-nistro de singapur, lee Kuan-yew. Parece ser que se le invitó porque sus anfitriones querían aprender de él la receta mágica (supuestamente hallada en confucio) para conciliar la política autoritaria y la prosperidad capitalista.
Karl marx advirtió una vez a seguidores demasiado entusiastas que él no era marxista. con mejores razones aún, deberíamos decir que confucio no era desde luego un confuciano. El confucianismo imperial sólo ensalzó aquellas afirmaciones del maestro que prescribían sumisión a las autoridades establecidas, mientras que ideas más esenciales fueron oportunamente ignoradas…, ideas como los preceptos de justicia social, el disenso político y el deber moral de los intelectuales de criticar al gobernante (incluso a riesgo de sus vidas) cuando abusaba del poder o cuando oprimía al pueblo.
Como consecuencia de estas manipulaciones ideológicas, en tiempos modernos muchos chinos ilustrados y de mentalidad progresista llegaron a asociar espontáneamente el nombre mismo de confucio con la tiranía feudal, y sus doctrinas se hicieron sinónimo de oscurantismo y opresión. Todos los grandes movimientos revolucionarios de la china del siglo xx fueron obstinadamente anticonfucianos, y es bastante fácil simpatizar con ellos. además (si se me permite invocar aquí una experiencia personal), aún recuerdo el disgusto expresado por varios amigos chinos al enterarse de que yo estaba traduciendo las Analectas de confucio: se preguntaban cómo podía yo caer de pronto en semejante género de regresión intelectual y política.