Marcelo Figueras
Cuando The Police sacó su primer disco, los que nos creíamos listos estábamos en otra: escuchando jazz rock a lo pavo, memorizando solos de Chick Corea y John McLaughlin, oyendo cantar a Keith Jarrett en el fondo de la mezcla, babeándonos con los arreglos de Weather Report y el sonido de bajo de Jaco Pastorius. Todavía recuerdo la alegría que me produjeron aquellas primeras canciones que llegaron a mi oído. The Police conectaba con una dimensión mía de la que todos aquellos monstruos del jazz no podían hacerse cargo: la felicidad infecciosa que me producía el fin de la dictadura, el deseo de bailar ‘hasta que se vaya la noche’, como cantaba Fito Páez. Desde su primera visita a la Argentina, durante la cual Andy Summers se atrevió a patear desde el escenario a un policía que le estaba pegando a un pibe (y eso que estábamos en pleno gobierno militar), The Police se metió mi alma de la mejor manera.
Volver a escucharlos en vivo después de tantos años fue puro disfrute. Estuvieron tocando en Buenos Aires durante el fin de semana. Me gustó que hayan salido de gira tan sólo los tres (Summers, Sting y Stewart Copeland) en lugar de haber recurrido a los ardides tradicionales para inflar un sonido: caños, teclados, coristas… The Police no necesita a nadie más, ellos suenan de maravilla como trío aun en canciones que conocimos a través de grabaciones complejas. Como Spirits in the Material World y Wrapped Around Your Finger, recreadas en vivo en versiones maravillosas. Algunos de los arreglos nuevos perjudicaron a los originales -al menos a mí, Don’t Stand So Close To Me me sonó demasiado blanda-, pero en su mayoría le hicieron justicia al material: la versión de Walking In Your Footsteps fue incluso mejor que la del disco.
La sucesión de canciones –Roxanne, Message In A Bottle, Invisible Sun, King of Pain- hizo inevitable apreciar la dimensión de la obra que estos tres construyeron en apenas cinco discos. Mezcla interesantísima de reggae, la propulsión del punk y la elegancia casi jazzera de sus músicos, con la voz inconfundible de Sting bien al frente (si algo probó este fin de semana es que sigue siendo uno de los mejores cantantes del mundo), The Police fue un claro producto de su época y no le costó nada devenir universal. Más allá de algunas rimas predecibles, las letras de Sting también colaboraron con su perdurabilidad. Aquellos que sentimos debilidad por lo literario disfrutamos en su momento con las alusiones a Paul Bowles que formaban parte de Tea in the Sahara y con ese relato expresamente nabokoviano que es Don’t Stand So Close to Me.
Si pasan por sus ciudades durante la gira, les recomiendo que no se los pierdan. Al menos en mi país son la única clase de policías que me ha dado gusto ver.