Marcelo Figueras
La historia de la que habla el documental Familia Lugones, dirigido por Paula Hernández, es verdaderamente apasionante. En parte por lo que sugiere el subtítulo del filme: ‘Un viaje a la historia argentina del siglo XX’. En efecto, la antisaga de los Lugones -desde el fundador de la dinastía, el poeta Leopoldo, hasta su bisnieto Alejandro que como él se suicidó en el Tigre- es muy útil para revisar el derrotero del país a lo largo de ese siglo que, gracias al cielo, ha terminado ya de una vez. Pero aunque usar a los Lugones como prisma para ver otra cosa pueda ser útil, está lejos de ser concluyente. Hay algo en la dinámica interna de esa familia que no puede atribuirse tan sólo a las circunstancias políticas, sociales o culturales de un país.
Durante el documental alguien desliza el adjetivo ‘maldita’. Resulta tentador usarlo para definir a la familia, si no fuese porque le hace escaso favor a la individualidad de cada uno de sus destinos, que en algún caso -como el de Pirí, nieta del poeta- se diferenció casi en un todo de las elecciones de sus antecesores. En todo caso, una cosa es clara: la riqueza de la experiencia que protagonizaron reclama, más que un libro de historia o un documental, la clase de investigación que sólo puede permitirse la creación literaria o cualquier otra de las variantes de la ficción.
Leopoldo padre fue izquierdista en su juventud y terminó siendo fascista. Apodado el Poeta de la Patria, produjo muchos libros que en buena medida resultan hoy ilegibles y jugó su prestigio al apoyo de las dictaduras militares. Que se suicidase en una casona del Tigre coincidiendo con la decadencia de una de tales autocracias no sorprendió a nadie. Su hijo, también llamado Leopoldo, se unió a la policía. Era alto oficial de ese cuerpo cuando obtuvo su triste fama, al poner en práctica la peregrina idea de usar los aparatos con que se daba corriente eléctrica al ganado en los interrogatorios policiales -y crear, así, la picana eléctrica: ¡otra de las grandes contribuciones argentinas a la Historia del Mundo!
Su hija Pirí, que fue una periodista brillante, se presentaba así: "Buenas tardes, yo soy la hija del torturador". En vida Pirí hizo lo indecible por apartarse de la sombra terrible de su padre y de su abuelo. Militó en la izquierda peronista, llegando a enamorarse de Rodolfo Walsh. Su hijo Alejandro, que había nacido con un defecto en la mano izquierda, tenía todo el aura de un poeta romántico. Eso era lo que apuntaba a ser -fue uno de los personajes ubicuos en la escena del incipiente rock nacional- hasta que decidió ahorcarse en el Tigre… lo cual le supuso hacer un nudo con su mano sana, tomándose el doble del trabajo de lo que entrañaría para una persona sin problemas físicos. Es fácil suponer que todo esto fue demasiada muerte para Pirí, que terminó secuestrada por la dictadura de los años 70. Según el testimonio de Horacio Verbitsky, gente que sobrevivió al campo de exterminio La Cacha, donde la recluyeron, dice que la escuchaba burlarse de sus captores durante la tortura, diciendo: "¡Ese aparato lo inventó mi papá!"
El documental incluye además testimonios de Horacio González, Noé Jitrik, Julia Costenla, Felipe Pigna y Osvaldo Bayer, entre otros. Y tiene un entramado ficcional que quizás sea innecesario, por más que ver a los dos actores que lo protagonizan -Nahuel Pérez Biscayart y Martín Piroyansky- siempre es un placer.
Eché de menos saber algo sobre los Lugones que sobrevivieron a los Lugones. Debe haber alguno que lleve adelante una vida plena y feliz, permitiéndonos espantar la leyenda de la maldición que tanto seduce a los argentinos, cuando sospechamos que nunca dejaremos atrás un destino de tragedia.