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Un grande entre los grandes

Por 19 de julio de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

De tanto en tanto los reportajes públicos que en nombre del Actor’s Studio conduce James Lipton (siempre untuoso, casi siempre insoportable) deparan momentos inolvidables. La semana pasada el canal de cable Film & Arts transmitió una entrevista de dos horas a Liza Minnelli. Como además de responder Liza cantó y bailó, el programa me ayudó a paliar la frustración de haber faltado a su reciente actuación en Buenos Aires. Este martes por la noche fue el turno de Al Pacino, nacido Alfredo James Pacino como nieto de un hombre nacido a su vez (¡de la más profética de las maneras!) en Corleone, Sicilia. La cabalgata en la que recorrió tan sólo algunas de sus películas ayudó a refrescar una noción que solemos olvidar, por el simple hecho de sentirlo cerca, casi uno de los nuestros: el hecho de que Pacino es uno de los más grandes actores del último siglo. 

Como suele ocurrir con los intérpretes excepcionales, Pacino sólo es brillante cuando actúa. En persona se esfuerza por agradar, pero es obvio que lo suyo es agrandarse tan sólo cuando vive en pieles ajenas. Durante la entrevista recordó sus orígenes humildes y la separación de sus padres cuando tenía dos años. (Volvió a reencontrarse con Salvatore, su padre, por pura casualidad cuando tenía seis años, en el interior de un cine. A nadie debería extrañarle que haya buscado trascendencia por medio de este arte.) También rememoró la muerte temprana de su madre, que para mayor frustración no llegó a verlo triunfar. Y la influencia de Lee Strasberg, que fue su maestro en el Actor’s Studio y después su coprotagonista en El Padrino 2 (donde interpretó al mafioso Hyman Roth) y en … And Justice For All. Fue Strasberg quien le dio un consejo que Pacino admitió olvidar a menudo: no siempre es imprescindible darlo todo. Si alguna crítica puede hacerse a sus roles fallidos es precisamente esa, la de convertir hasta los papeles de hombres comunes y corrientes en maratones de actuación bigger than life.

Pero qué maravilloso ha sido en aquellos roles que le quedaron pintados… El Michael Corleone de la saga de El Padrino, casi invisible al comienzo e inescapable sobre el final. (A veces pienso que Michael nos cuenta mejor que nadie.) Frank Serpico, ese hombrecito tan digno como muerto de miedo que se enfrenta a solas a la corrupción policial. El sublime Sonny de Tarde de perros, que asalta un banco para financiar la operación de cambio de sexo de su amado. El operístico Tony Montana de Scarface, película que volví a ver hace muy poco. El Vincent Hannah de Heat, donde compartió una escena antológica con el otro monstruo de la actuación consagrado en los 70, Robert De Niro. El Roy Cohn de la miniserie Angels in America, cuya excelencia Pacino tuvo el tino de atribuir por completo al dramaturgo Tony Kushner, autor de la obra original.

Como también le ocurre a De Niro, hace ya mucho tiempo que el cine no les depara un rol como los de antaño. Uno debe conformarse con verlos en películas menores, por ejemplo en la flamante Ocean’s Thirteen, donde oficia de villano frente a George Clooney y Brad Pitt. A nadie debería extrañar que Pacino se haya aproximado a Shakespeare en los últimos años, en proyectos personales como Looking For Richard y en el protagónico de El mercader de Venecia: es natural que encuentre allí un material apropiado a su dimensión y a la profundidad de su talento. Ojalá se le crucen todavía algunos personajes que estén a su altura, aunque más no sea dentro del canon shakespiriano. (Todavía le queda un mínimo margen para intentar Macbeth, y sin dudas debería haber un Lear en su futuro.)

No es que Pacino se haya agrandado: es que el cine se hizo más pequeño.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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