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Sexo es futuro

Por 20 de agosto de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Parece una paráfrasis de la broma sobre el abogado en el fondo del mar. ¿Cómo llamarían a diecinueve escritores hablando de sexo? De llevar la broma hasta el final, habría que llamarlo un buen comienzo. O una orgía literaria, en todo caso.

El buen comienzo, imagino, habrá que atribuírselo a Diego Grillo Trubba, que compiló los cuentos, y a la Editorial Sudamericana por asociarse en la aventura. El resultado es el libro En celo, que se presenta a sí mismo con dos cerditos que la pasan bomba en la portada y una bajada aclaratoria que da cuenta del meollo del asunto: “Los mejores narradores de la nueva generación escriben sobre sexo”.

A muchos de esos autores argentinos los conocía ya, y los valoraba: Mariana Enríquez, Patricia Suárez, Pedro Mairal, Florencia Abbate. A otros los conocía tan sólo de nombre, por lo que celebré la oportunidad de perder la virginidad respecto de su obra: Juan Terranova y Washington Cucurto, por ejemplo. Los otros fueron una completa sorpresa. El primer nombre que me viene a la mente es el de Marina Mariasch, pero es justo que los mencione a todos: Pablo Alí, Gisela Antonuccio, Maximiliano Tomás, Oliverio Coelho, Joaquín Linne, Josefina Licitra, Hernán Arias, Gabriel Vommaro, Natalia Moret, Alejandro Parisi, Félix Bruzzone y Mariela Ghenadenik.

Me gustó que llevaran la premisa hacia sus variantes menos convencionales: sadomasoquismo, transexualismo, zoofilia –o para ser más preciso en la referencia al cuento La chica del setter, humanofilia-, sexo entre machos necesitados de cariño (Cucurto dixit) y un largo etcétera. A esta altura del partido todavía consideramos al sexo como la porción oculta del iceberg, un territorio inexplorado sobre el que depositamos parte generosa de nuestras fantasías. El sexo es la máquina de disparar la imaginación que tenemos más a mano, o al menos aquella a la que recurrimos más a menudo. Es democrático por naturaleza, en tanto nivela al común de la gente y a los profesionales de la imaginación, condenándolos a la misma plataforma de partida: en este dominio todos tenemos iguales oportunidades, y nadie cuenta con particulares ventajas. Coincidirán conmigo en que se trata de una de las materias más difíciles para un escritor. Enfrentados a la página o al documento en blanco, un escritor está en la misma situación del amante primerizo: muerto de miedo, desnudo, en semitiniebla y condenado a hacer el mejor uso posible de sus discretos talentos naturales.

Que empujasen esta piedra angular de la imaginación a sus extremos me llenó de esperanza. En realidad ya estaba entusiasmado desde la premisa. La idea de animar a diecinueve escritores a meterse con una de las experiencias más transformadoras, divertidas e insondables de la vida me producía fascinación. No sé ustedes, pero yo estoy un tanto desencantado de tanto dar con libros que no sé de qué me hablan, que no puedo remitir a ninguna de las cuestiones esenciales de mi vida, ni las más ligeras ni las más profundas. La semana pasada leí en Radar una entrevista a uno de mis héroes, el canadiense Leonard Cohen. El periodista le mencionaba algo dicho por Elvis Costello. Según Costello, hay tan sólo algunos pocos temas de los que vale la pena hablar: quiero a alguien, perdí a alguien, alguien murió. Yo agregaría, en estos tiempos tan virtuales: la aventura de transformar mi circunstancia tanto como la circunstancia me transforma. Cohen reafirmaba la idea, diciendo que en líneas generales todos llevamos el mismo tipo de vida. El artista talentoso que se decide a lidiar con esas áreas comunes (en lugar de irse por las ramas, en vez de esconderse detrás de sus textos) tiene una gran posibilidad de crear obras inolvidables, que nos conmuevan pero que además nos construyan. Según Cohen, la música popular debe versar sobre esos temas. Yo creo que la literatura también, por lo menos la que no se contenta con ser un placer de iniciados, la que defiende ya no su deber, que como tal no existe, sino su derecho a ser popular.

Lo que estos escritores hicieron a partir del argumento del sexo me entusiasmó, porque me alentó a creer que harán lo mismo en el territorio de la literatura: llevarla a sus límites sin dejar que se aparte nunca del cuerpo, sufrirla y gozarla en sucesivo o en simultáneo, transexualizarla, vivirla y morirla en sincronía, dejar que nos transforme y transformarla en el mismo acto. Este es uno de los tanto aspectos en que sexo y literatura se parecen: independientemente de los motivos que nos llevan a practicar ambas disciplinas, y aun cuando no lo busquemos con deliberación, su ejercicio puede redundar en la creación de algo que tendrá vida propia –y que en el mejor de los casos nos sobrevivirá.

Como lector disfruté con En celo, me pareció un magnífico juego previo. Por fortuna en la tapa dice Cuentos 1, lo cual significa que no deberé esperar mucho para que procedan al acto.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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