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Pedro el Grande

Por 5 de octubre de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Si saliese a la calle a improvisar una encuesta sobre los más grandes cineastas de las últimas décadas, se repetirían una serie de apellidos obvios -Spielberg, Coppola, Scorsese, quizás hasta Tarantino porque es un personaje, y también Altman y Bergman porque murieron hace poco-, pero estoy casi seguro que nadie diría: Peter Weir. Es más, juraría que Weir no saldría a colación ni siquiera si ciñiese mi encuesta a cinéfilos y críticos. Lo cual constituiría una injusticia, porque Weir es sin duda uno de los grandes de verdad.

Hablo del director de El año que vivimos en peligro, de Witness, de The Truman Show, tres películas conmovedores y simplemente perfectas. Weir es australiano, lo que equivale a decir que es descendiente de europeos que colonizaron una tierra salvaje a la que están seguros de haber domesticado, hasta que corcovea y amenaza con derribarlos nuevamente.

Acabo de volver a ver La última ola, una de sus primeras películas, en la que ya están presentes todas sus obsesiones: la fragilidad de aquello que consideramos civilización, el extrañamiento que produce el contacto con otras culturas, el terror que acecha cuando empezamos a sospechar que no lo sabemos todo ni poseemos verdadero control sobre nuestras vidas.

El origen de La última ola fue un cuento con que Weir trató de responder a esta pregunta: ¿qué pasaría si una persona racional hasta el punto de lo prosaico recibe algo que interpreta como una premonición? En La última ola es David (Richard Chamberlain), un abogado especializado en impuestos que se ve compelido a defender a unos aborígenes a quienes se acusa por un crimen. Lo que inquieta a David es el hecho de que los aborígenes no quieran colaborar con él. Comprende que para ellos la cárcel es un precio justo a pagar con tal de mantener un secreto. Y avanza sobre la sospecha de que ese secreto tiene algo que ver con una cultura y una práctica tribales que los australianos blancos preferirían creer extintas. "Yo soy australiana de cuarta generación," dice en un momento la esposa de David, "y nunca en mi vida he visto a un aborigen cara a cara". Por supuesto, el hecho de que sus noches estén siendo visitadas por extraños sueños -de hecho sueña con Chris (David Gulpilil) antes de conocerlo- contribuye a que David crea estar al borde de una revelación ominosa.

El tema es lo que existe por debajo: de la cultura occidental de los australianos, de la vida de vigilia, hasta de la ciudad misma. (El climax de la película ocurre en unas cuevas en lo profundo de Sidney.) Como todos tenemos mucho que ocultar, la película de Weir -otra de sus obras maestras, junto con Picnic At Hanging Rock y las que ya mencioné- no puede sino resultar inquietante. Las imágenes de esos rostros oscuros dignos de Hugo Pratt, el uso de sus instrumentos atonales en la banda sonora y la pérfida omnipresencia del agua son para poner los pelos de punta.

Me quedé colgado de un detalle del film. En un momento David confiesa que nació en Sudamérica, un dato que está colocado para sugerir que viene de un mundo más antiguo, y por ende misterioso, que la cultura que practica. Más allá de las diferencias puntuales, el hecho de ser sudamericano ayuda a que sienta empatía con Weir. Como los australianos, desciendo de los europeos. Mi gente es blanca. En estos días en que los aborígenes siguen muriendo de inanición en el Chaco, me pregunto también qué existirá debajo de nuestras ciudades, qué estaremos negando al taparlo con cemento, qué extraño sueño nos visitará esta noche.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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