Marcelo Figueras
Hace pocos días disfruté de uno de los mejores conciertos de mi vida: la presentación de R.E.M. en Buenos Aires, en el marco del festival Personal Fest. Llegados por segunda vez a la Argentina, durante la gira de su último álbum, Accelerate -una vuelta a la lid, después del sopor de Around the Sun-, los tres sobrevivientes de la banda original (Michael Stipe, Peter Buck y Mike Mills) disfrutaron en escena y produjeron placer equivalente en el público que había acudido a verlos.
Más allá del disfrute compartido, me impactó la lista de temas. Si bien interpretaron varios del nuevo CD, no se privaron de hurgar en su vasto archivo y sacar a luz canciones que imaginé nunca oiría en vivo. Desde la bellísima Fall On Me, del álbum Fables of the Reconstruction, pasando por Let Me In, que reunió a los músicos alrededor del piano en lo que parecía un fogón improvisado pero sonaba con un lirismo desgarrador, hasta el clásico Driver 8, proporcionaron una sorpresa tras otra -y una mejor que la otra. ¿Una noche primaveral, cálida y despejada, con una de mis bandas favoritas de todos los tiempos tocando Nightswimming -que es además una de mis canciones predilectas, Top Five absoluto? Pocos cosas imagino más perfectas en mi vida, y por ende más memorables.
En una de sus conversaciones con el público, Stipe -el cantante tuvo una actuación impecable- no dudó en exponer su posición política. ‘Supongo que saben que nosotros odiamos a nuestro gobierno’, dijo antes de manifestar su apoyo a Barack Obama -cuya imagen apareció entonces en las pantallas de video- y aclarar que interpretarían Driver 8 como comentario al saliente gobierno de George Bush: ‘Tómese un descanso, Conductor 8 / Nos hemos movido a esta marcha durante demasiado tiempo… Podemos llegar a destino, pero todavía estamos lejos’. Imagino que Stipe & Co. estarán disfrutando del resultado de las elecciones, allí donde estén.
Con el apoyo de un juego de proyecciones de gráfica e imágenes impecables (que de hecho se entreveraba con imágenes de lo que ocurría en vivo), el concierto fue un lujo visual. El momento en que Stipe se aproximó a una de las pantallas laterales y bailó frente a su propia, gigantesca imagen constituyó una de esas visiones que uno gatilla en su cabeza como foto perfecta. Pero el corazón del asunto estuvo, como era inevitable, fundado en la música misma. De manera leve, como quien no se propone tal cosa, los miembros de R.E.M. nos recordaron que a lo largo de veinte años han producido canciones inolvidables -esa noche tocaron muchas, desde The One I Love a Everybody Hurts a Losing My Religion y a las dos que cerraron el set, sendos homenajes al comediante Andy Kaufman: The Great Beyond y Man in the Moon- que preservamos muy cerca del pecho, para tenerlas a mano cuando hace falta consuelo, iluminación o simplemente belleza.