Marcelo Figueras
Dirán: pero el rock sinfónico remitía a una tradición, tanto en lo musical como en su narrativa, que no es la nuestra. A esta altura del partido, esa tradición es ya patrimonio universal. ¿Cuántos de nosotros hemos sido marcados por Beethoven o The Beatles de forma más profunda que tantos alemanes o ingleses de nacimiento? Por lo demás, nosotros tenemos tradiciones de igual clasicismo que pueden encontrar un canal maravilloso en el rock progresivo, y hasta en el sinfónico. Nada que en su momento no hayan sugerido Anacrusa, Arco Iris y Los Jaivas -en la fusión de lo eléctrico con lo folklórico- o el trío Alas, por ejemplo, en la fusión con el tango. Y si Peter Gabriel no tuvo el menor problema en salirse del marco de la mitología propia, esto es la inglesa, para abrevar en otras que le eran tan ajenas como a nosotros -las lamias de The Lamb Lies Down On Broadway, por ejemplo, cortesía de los griegos-, ¿qué nos impide apoderarnos de cuanta puta figura mitológica se nos antoje, empezando por aquellas que son propias del acervo latinoamericano? (Si a esta altura nadie pensó aún en una versión musical de La saga de los confines de Liliana Bodoc es porque la gente está muy distraida. Deben estar calculando si les queda lugar para meter Womanizer en su iPod.)
Dirán: pero el rock sinfónico tiene una tendencia al artificio, a la evasión lírica y cosmogónica, que sería de imbéciles asumir en un mundo con realidades tan poderosas, tan demandantes. En todo caso, el pop-rock de hoy no hace mucho por expresarlas. ¿Dónde encuentro reflejado el mundo de la invasión a Irak, de Guantánamo, de la New Orleans inundada, de los genocidios africanos, de los inmigrantes ilegales que se ahogan en las pateras, de los periodistas silenciados en Rusia, del hambre de los niños en países ricos como la Argentina, de los ricos encerrados en sus barrios-fortaleza, de la crisis económica mundial? ¿Acaso en Taylor Swift, en Beyoncé, en Britney, en T.I., en Katy Perry, en Akon? (Lista confeccionada con las Top Songs de iTunes del momento en que escribo este texto.) Claro que no. Si alguien se asoma a ese mundo desde la música es porque está en los bordes del pop-rock, a punto de caerse del mapa -o directamente del otro lado.
¿Dónde consta que el rock progresivo en general, y el sinfónico en particular, estén genéticamente incapacitados para reflejar y recrear el mundo de hoy? Una de las joyas del rock sinfónico es aquella de Genesis que ya mencioné, The Lamb Lies Down On Broadway. El protagonista de esta obra conceptual es un portorriqueño en New York (campera de cuero, poco afecto por la ley) al que Gabriel bautiza Rael en tanto anagrama de Real. Empujado hasta los límites de la locura por una ciudad que lo trata del modo más salvaje, Rael inicia un viaje onírico donde se mezcla la New York verdadera con la mítica, la visible con la subterránea, la pasada con la futura. Si los críticos que hicieron del punk su bandera fuesen verdaderamente honestos, y no temiesen reconocer mérito en una de las bandas que queda bien despreciar, confesarían que Rael fue el primero de los punks.
The Lamb es de 1974. Un año antes de la formación de los Sex Pistols.
(Continuará.)