Marcelo Figueras
La Gran Novela Argentina sigue siendo una quimera. Me sorprende que las primeras candidatas que vienen a mi mente cuando pienso en el asunto ni siquiera sean novelas, al menos en el sentido estricto del término. Una es Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, que objetivamente es un libro de no ficción pero que puede ser leído como narrativa pura. La otra candidata es una historieta, que en estos días de septiembre cumple 50 años de su publicación: El Eternauta, escrita por Héctor G. Oesterheld y dibujada por Solano López. Juan Sasturain recordaba días atrás en Página 12 una coincidencia que no es tal: existe una versión de Operación Masacre en historieta, dibujada por… Solano López. Otra coincidencia que no es tal: tanto Walsh como Oesterheld fueron víctimas de la dictadura.
El Eternauta es en su piel un relato de ciencia ficción, al estilo puro y duro de los años 50. Narra una invasión extraterrestre, sólo que en este caso ya no desde el punto de vista de los estadounidenses –los marcianos tienen una rara tendencia a estacionar sus naves cerca de la Casa Blanca-, sino desde un grupo de personas sencillas que viven en los suburbios de Buenos Aires. Leída desde hoy, perturban sus elementos anticipatorios: la ciudad ocupada, el enemigo superior en número y en tecnología, la necesidad de organizarse para ofrecer resistencia. La creación de “la glándula del miedo”, que los invasores implantan en el cuerpo de sus soldados para asegurarse de que cumplirán órdenes ciegamente. (Durante los 70 todos los argentinos fuimos implantados. Algunos han logrado extraer la glándula con trabajo y esfuerzo pero muchos la conservan aún, es fácil darse cuenta, cuando las papas queman vuelven a actuar como corderos o como turba enloquecida que cree que hay que matar para no morir.) Y algo todavía más escalofriante: el hecho de que la esposa y la hija de Juan Salvo se conviertan en las primeras desaparecidas, al final del relato original. Salvo cree que no están muertas porque no ha encontrado sus cadáveres. (Como no se han encontrado los cadáveres de la mayoría de los desaparecidos.) Entonces las busca. Por todo el universo. Por la eternidad toda. Con el mismo empecinamiento de las Madres y de las Abuelas.
La Gran Novela Argentina debería ser una historia excepcional, que más allá de su argumento puntual ayude a narrar quiénes somos, y por qué somos de esta manera y no de otra. Hace ya medio siglo que Oesterheld y Solano López expresaron la tragedia nacional, un mal que no cesa.