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La razón de la sinrazón

Por 18 de septiembre de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

En el post de ayer atribuí, del modo más genérico, la muerte de algunos estudiantes de los ’70 a la ‘sinrazón’ de sus victimarios. Lo hice sin pensar profundamente, dejándome llevar por la clase de verdad que le concedemos a un pronunciamiento poético. De inmediato la amiga Valeria hizo oír su voz y objetó el término. Estimo, por sus propias correcciones ulteriores, que Valeria apuntaba al reconocimiento de la ‘razón’ cierta que había detrás de proyectos políticos y sociales opuestos: el modelo autoritario de economía liberal que propugnaron los militares, el modelo de democracia popular con justicia social que alentaban las organizaciones de izquierda de entonces. Esos proyectos existían, y esta gente concreta los avalaba; en este sentido, nada más lejano de mi intención que sugerir que los chicos de la Noche de los Lápices y el estudiante de cine Mario Montaner eran inocentes que ‘no estaban en nada’. Hasta donde entiendo eran militantes políticos, con toda la pasión y la inexperiencia de sus cortos años.

Mi intención -pura intuición, hasta ahora- fue la de poner en primer plano la sinrazón que palpita debajo de la razón. Está claro que el plan ejecutado por los militares existía y que era, además, perfectamente racional, del mismo modo en que existió un plan hitlerista que respondía a una lógica que no era nada sino cartesiana. Pero por debajo de las cabezas pensantes (por debajo en todos los sentidos: en la estructura verticalista que ejecuta las políticas, y hasta en los cuerpos mismos de las cabezas que urdieron el esquema), lo que se me ocurrió llamar ‘sinrazón’ -lo atávico, lo instintivo, lo compulsivo- jugó sin duda un rol fundamental en el devenir de los hechos.

Si pudiese medirse científicamente 1el compromiso de un hombre con una política o una causa, ¿qué porcentaje habría que atribuirle a una decisión objetiva, pensada hasta sus últimas consecuencias, y qué porcentaje a motivaciones que ni siquiera es capaz de hacer conscientes? Quiero decir: el sargento que participaba de un operativo de secuestro, ¿lo hacía porque estaba ciento por ciento convencido de la causa militar, o también porque deseaba conservar su trabajo? Sin el menor deseo de ponerme psicologista y proporcionar excusas a los responsables, estoy seguro de que la mayoría de los violentos de uniforme y de sus cómplices civiles hicieron lo que hicieron por ideología, sí, pero además por otras causas tan soterradas como poderosas: porque los hacía sentirse bien formar parte del bando de los vencedores, porque la práctica de la violencia convenía a su morbo, por fidelidad a su casta o a su clase, porque no encontraban mejor forma de enfrentar su miedo a lo desconocido (el ‘peligro rojo’), porque les convenía económicamente, por instinto de autopreservación… El plan de Hitler para llegar al poder era funcional y operativo en términos políticos, y al mismo tiempo era una articulación de los propios miedos y fobias de su autor; si funcionó como funcionó se debe a que supo pulsar, también, los miedos y fobias -me refiero a las pulsiones de lo irracional- de los millones que terminaron convirtiéndose en acólitos.

Mañana la termino.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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