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En brazos de Liza Minnelli

Por 6 de junio de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Uno de los DVDs que me traje de Barcelona fue New York, New York, el musical de Martin Scorsese. Tenía una versión malísima en cassette cuando New York, New York reclama, por el contrario, encuadre original, definición de imagen, colores netos y el mejor sonido disponible; las canciones de Kander y Ebb –los mismos autores de Cabaret, para que quede claro- no se merecen menos.

La película es despareja. No resulta difícil entender por qué fracasó en su momento. Hay serios problemas de guión, a sus personajes les falta espesor, en especial al Jimmy Doyle que encarna De Niro, que reducido a su pura exterioridad –sabemos qué hace pero nunca podemos intuir por qué, qué demonios lo mueven más allá del más puro y sofocante ego- resulta sencillamente intolerable. Pero hay muchas secuencias memorables: la fiesta inicial, durante el Día de la Victoria; Jimmy fingiéndose herido de guerra en el lobby del hotel; Francine (Liza Minnelli) salvando con su canción la prueba ante un empresario que Jimmy se empeña en arruinar. Además están las canciones de Kander y Ebb y por supuesto la voz de Liza, que por entonces estaba en su mejor hora.

Husmeando entre los extras del DVD, me causó mucha gracia escuchar una queja del productor Robert Chartoff. El hombre dice que estaban convencidísimos de que la canción New York, New York iba a ser un hit de aquí a la China… y sin embargo no pasó nada. Dos años después Frank Sinatra grabó una versión y la canción se volvió omnipresente, convirtiéndose desde entonces en el himno extraoficial de la ciudad. La anécdota me causó gracia porque fue ese asunto, precisamente, el que me valió la simpatía de Liza hace más de diez años, la primera vez que vino a Buenos Aires. La entrevista transcurría hasta entonces por los carriles habituales, hasta que se me ocurrió decirle lo que sentía de corazón: que su versión de New York, New York, esto es la original que figura en el filme, me parecía insuperable, mientras que la versión de Sinatra me parecía criminal, un asesinato liso y llano. Liza abrió entonces la boca como la tapa del horno y dejó escapar una carcajada que no habría desentonado en Sally Bowles. De allí en más me adoptó: durante el resto de su estadía funcioné como su mascota.

La noche de su debut, después de la actuación en el Luna Park, hubo una cena en el restaurant Edelweiss. (Ya sé que conté esta anécdota muchas veces, pero sean indulgentes conmigo: es una de esas historias que me marcaron a fuego.) Sobre el final me atreví a hacer una de esas cosas que no se hacen delante de las estrellas: esto es, dejar de hablar de ellos para hablar de uno. Le conté que durante años mi madre me había despertado con la música de Cabaret, y que así había aprendido yo a amarla: aquellas canciones de Kander y Ebb funcionaban para mí como una promesa matinal, la perspectiva de un día maravilloso. Le conté que mi madre había muerto muy joven, de un cáncer fulminante. Le dije que imaginaba que ella habría dado cualquier cosa por estar donde yo estaba entonces, sentado en una mesa, conversando con Liza Minnelli. Entonces Liza se levantó, dio vuelta a la larga mesa que nos separaba y me abrazó en silencio, durante un rato tan largo que pareció eterno.

Qué lástima que esta mujer no haya tenido hijos. Merecía un destino mejor, quiero decir menos cruel. Como New York, New York, dicho sea de paso.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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