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Elizabeth Fritzl / Argentina

Por 6 de mayo de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Entonces: ¿qué ocurrió en mi país mientras yo estaba de viaje, y también después, durante mi -demasiado larga, ya lo sé- estadía en Piglialandia? (Dicho sea de paso, esperaba un eco mayor. Más allá del feedback de Rolando Gabrielli, de los comentarios alentadores -Alba, Morajú, Unamuno, Xtian, Roxie Deluxe- y de la promesa de Serpiente Suya de tomárselo en serio próximamente, imaginé que alguien más recogería el guante. ¿Seré el único a quien lo desvela que nuestros narradores no nos narren, ni nos produzcan alucinación alguna mediante su enfermiza imaginación?)

Volví a Argentina en medio de un mar de humo, que convertía a Buenos Aires y aledaños en una remake de un film de John Carpenter. Mi mujer, con casi seis meses de embarazo, sufría broncoespasmos. De repente, todo el mundo a mi alrededor padecía algún tipo de enfermedad. Mi padre operándose de cataratas. La mujer de mi padre yendo al quirófano a cuenta de un bulto en el pecho. Uno de los mejores amigos de la familia, el Turco Silva, perdiendo parte de un riñón a causa de un tumor. Me pregunté insistentemente qué estaba ocurriendo, si no había regresado a mi país sino a una pesadilla organizada como caja china.

/upload/fotos/blogs_entradas/un_hombre_reposta_gasolina_med.jpgUn día se acabó la nafta. (Que es como le decimos aquí a la gasolina, sabrá Dios por qué.) Los surtidores estaban vacíos, o vendían de a módicos cupos: veinte pesos por auto privado, que equivalen a poco más de dos horas de viaje. Busqué con ansias una explicación racional, pero no la encontré por ninguna parte. Tan sólo hallé excusas, y la terrible sensación de que alguien está dificultando el suministro -como antes el de la carne, la leche, las verduras- para impulsar un aumento de los precios. (Que una vez concretado, por cierto, impulsará a su vez otro aumento en carnes, en leche, en verduras…) La situación daba lugar a escenas que me produjeron la inquietud del deja vu -largas filas de conductores atiborrando sus autos de nafta para no sufrir carencia inmediata, y contribuyendo con su ansiedad a acelerar el desabastecimento-, pero también a pequeños diálogos surrealistas, del siguiente tenor.

PADRE: ‘¿Me podrás llevar el lunes al oftalmólogo?’

YO: ‘Encantado. Siempre y cuando pueda cargar el tanque del auto’.

Mientras tanto los medios alientan la sensación de espada de Damocles en espera de que hoy, martes 6, las cuatro agrupaciones que dicen representar al campo -cada vez más parecidas a los Cuatro del Apocalipsis- digan si aceptan las propuestas del Gobierno o si patean el tablero y vuelven a cortar rutas. Y a desabastecer de carne, de leche y de verduras al pueblo del que aseguran formar parte.

Lo que ocurre es simple. El colapso de las políticas neoliberales en toda Latinoamérica produjo cambios que en algún sitio fueron relativamente incruentos (Chile, Brasil) y que en otros -por ejemplo Argentina, con su corralito, con los muertos con los que se despidió De la Rúa, con su crisis institucional de seis Presidentes en pocos días- fueron muy traumáticos. Tan grave fue el asunto aquí, que los chacales de siempre sintieron que no tenían otra salida que moderar su rapiña durante algún tiempo.
Ese tiempo acabó. Hoy los chacales han vuelto a la carga, con su hambre de años acumulada, con los modales destemplados de quien ha debido contenerse hasta casi estallar. Lo quieren todo -porque a eso estaban habituados: a tenerlo todo sin dar cuenta ni explicaciones-, y lo quieren ya.

La Argentina de hoy se parece mucho a Elizabeth Fritzl, la pobre chica a quien su padre encerró y de la que abusó durante 24 años. Hoy, mientras todo el mundo se rasga las vestiduras ante el horror, sus vecinos juran que nunca advirtieron nada. ¡Todos inocentes: sordos, ciegos, mudos! Durante algún tiempo, seguramente breve, la tratarán con piedad, a ella y a sus hijos-hermanos de sangre condenada. Pero apenas puedan intentarán devorársela: primero los medios que acosarán en busca del detalle morboso, después la sociedad que empezará a cuestionarse la responsabilidad de Elizabeth en el asunto. Dirán: algo habrá hecho para permanecer en ese hueco sin haber fugado nunca. Y aunque se pretenda distinta del monstruo que torturó a Elizabeth, la sociedad terminará haciendo con ella lo mismo que su padre, que es lo mismo que los poderosos y parte de la clase media hacen hoy con la Argentina: usarla para satisfacer sus necesidades más bajas, con la más perfecta desaprensión respecto de su destino último.

Y mientras tanto, buena parte de los escritores de mi país sólo acude a los diarios para saber cuándo firmará ejemplares en la Feria del Libro.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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