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Cardinal Neuman

Por 17 de julio de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Suele recomendarse a los fans de un escritor no conocerle personalmente, para no ser víctimas de la decepción. Es un buen consejo: los escritores ponemos (o deberíamos poner, al menos) lo mejor nuestro en cada libro; lo demás es efectivamente lo que nos sobra, aquello que hemos tratado de ocultar de la manera más denodada. ¿Pero qué ocurre cuando conocemos a un escritor antes de leer sus obras? O para mayor angustia: ¿qué ocurre cuando conocemos a un escritor antes que a sus obras, y nos cae muy bien? Esa fue la razón por la cual casi no leo a Andrés Neuman. Nos encontramos en Ecuador, por culpa de la Feria del Libro de Guayaquil, y me pareció un tipo fantástico. Temí que leerlo equivaliese a decepcionarme, que sus libros no fuesen sino un triste remedo del autor. Pero me equivoqué. A veces equivocarse es una alegría.

¿Por qué no lo había leido hasta ahora? Por necio, como ya quedó claro. Pero también porque era argentino, aunque su pasaporte sea español, dado que vive en Granada desde su adolescencia. Ya se sabe, tiendo -por culpa de mi propio pasaporte, seguramente- a desconfiar de la visión que buena parte de mis compatriotas tiene de la literatura. /upload/fotos/blogs_entradas/bariloche1_med.jpgPor último, recordaba que dos de sus novelas, Bariloche y Una vez Argentina, estaban editadas por Anagrama. Temía, por ende, que como alguna otra gente que publica en la misma colección, Neuman fuese tilingo y pretencioso. Y ahora me consta que no lo es. En todo caso, me pareció sensible (uy qué miedo que da este adjetivo, en mi país críticos y escritores sacan los puñales cuando lo oyen) y ambicioso. Cosas que tienen todos los escritores que admiro. Sensibilidad y ambición. Qué tanto.

Leí Bariloche en el avión de regreso. Lo primero que me impresionó fue que un escritor tan joven -tenía veintipocos cuando salió finalista del Herralde de Novela, ahora tiene 32- supiese mantener tan cortitas las riendas del relato. Bariloche es un modelo de contención, un ejercicio rigurosísimo, más meritorio aún tratándose de una primera novela -género que, según es vox populi, suele invitar al desborde. Pero Neuman no se desborda nunca. Lo que se desborda, en todo caso, es el vertedero al que han ido a dar todas nuestras miserias. Bariloche es la historia de Demetrio Rota, un hombre que trabaja como basurero en Buenos Aires y en sus horas libres arma rompecabezas del paisaje sureño que se vio compelido a abandonar, y que ya no es más que un estado de su mente. Precisamente por el minimalismo de la anécdota, el relato reclama para sí la sugestión de un poema -o de un sueño, lo cual viene a ser lo mismo.

Se puede leer Bariloche como una analogía sobre el trabajo del escritor, que también recolecta desperdicios nocturnos. O como una profecía sobre la Argentina de la crisis, que todavía estaba lejana en el momento de su publicación. O como un relato en el límite entre la ciencia ficción y la fantasía, que me evocó a los Bradbury y Cortázar que yo leía cuando niño, sobre el destino de una civilización que no sabe qué hacer con lo que le sobra: ni sus desperdicios, ni su gente. Yo leí la novela de todas esas maneras, y también como la obra de este hombre tan encantador -y sensible, y ambicioso- de beatlemanía y luthiermanía aún mayores que las mías, al que conocí por azar y ya no pienso desconocer. Porque ahora tengo que leer Una vez Argentina, y los cuentos de Alumbramiento, y los aforismos de El equilibrista. Ah, pocos placeres más grandes que el de la anticipación.

No se pierdan al hombre nuevo.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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