Marcelo Figueras
La novela se llama Frágil y es la historia de alguien que logró ser fuerte (o al menos aquello que nuestra sociedad identifica con fortaleza) al precio de convertirse en nada. Bruno es un hombre joven, con una infancia desgraciada cuyo recuerdo intenta suprimir. Esa negación lo deja vacío, lo convierte en uno de los hombres huecos de The Waste Lands. La escritora Paula Pérez Alonso lo describe así: ‘Era un desconocido incluso para sí mismo’. Despojado de toda identidad, Bruno se convierte en un observador. Munido de un mapa de Buenos Aires, recorre el circuito que se ha armado para ver vidas ajenas. ‘Buscaba encontrar, con una mirada perspicaz, aquello que revelara la verdadera naturaleza de la vida’, escribe Pérez Alonso: justamente aquello que a Bruno se le escapa como agua entre los dedos.
El encuentro con Celeste lo desbarata. Ella existe en otro plano; de hecho la encuentra en las alturas, Celeste se monta sobre zancos para repartir volantes de propaganda de un misterioso Centro de la Liberación, que promete ayudar a sus clientes potenciales a romper con todas las esclavitudes. Una palabra que Pérez Alonso repite como sonsonete es la siguiente: sobreadaptación, sobreadaptado. Eso es lo que todos hacemos, lo que todos somos para funcionar en nuestro medio, eso es lo que Bruno hace y es, aun con su historia extrema: por eso arma circuitos para circular por la ciudad, por eso trabaja en sistemas, lo suyo es cartografiar, concebir diagramas para lidiar con la realidad vestido de guantes -un turista de la vida.
Pero la levedad del turista se le vuelve imposible ante Celeste. Ella es la tentación de ser, por eso Bruno le propone un juego: que le revele qué ve en él, cuando Bruno mismo se mira al espejo y ve nada. La forma que empieza a entrever entonces -Bruno es oscuro por nombre, ‘mi nombre es mi forma’ le dice Humpty Dumpty a Alicia- le hará pagar un precio, pero ¿qué identidad no lo cuesta? En los ojos de Celeste, Bruno recupera su historia y su alma. Que la suya no sea la forma de un ángel es lo de menos, lo que importa es que empieza a sentirse ‘uno como cualquier otro’. Aun cuando eso suponga aceptar la parte nuestra que siempre quisimos negar, la certeza de que ‘todos podíamos ser criminales, ladrones, verdugos, estafadores, parricidas, violentos, traidores, asesinos’. He ahí la verdadera naturaleza de la vida, la posibilidad que se nos entrega de serlo todo, empezando por lo malo.
Una novela atrevida, Frágil. Al menos en mi léxico, ese adjetivo es el mejor de los elogios posibles.