Marcelo Figueras
En las últimas semanas me hice adicto a The Daily Show, el programa de TV que Jon Stewart conduce para Comedy Central. Si bien la versión internacional del programa -un compilado semanal- se está emitiendo por CNN y Sony en Latinoamérica, los que preferimos la emisión diaria podemos verla en internet al día siguiente en http://www.thedailyshow.com./.
¿Qué es The Daily Show? Un programa humorístico que utiliza el formato de un noticiero televisivo, con un anchorman o conductor -Stewart- y una serie de ‘periodistas’ y ‘columnistas’ que en realidad no son ni lo uno ni lo otro, sino comediantes de fuste -de allí salieron por ejemplo Steve Carell, hoy famoso por la serie The Office y películas como The 40-Year Old Virgin y Get Smart, y Stephen Colbert, que ahora conduce su propio show, The Colbert Report. Si bien el recurso no suena original para aquellos que crecimos entre los falsos noticieros de Saturday Night Live, La noticia rebelde y Caiga quien caiga, lo que convierte al Daily Show en un disfrute es su ejecución: la perfecta mezcla entre un gran conductor, guiones afiladísimos con ese humor judío-neoyorquino que hoy valoramos en el mundo entero… y el material inagotable que la realidad, entre la crisis financiera y la campaña electoral, otorga a los agradecidos Stewart & Co. ¿Quién podría inventar a un personaje como Sarah Palin (que según se difundió ayer, se gastó 150.000 dólares en ropa de un solo saque), si el impredecible John McCain no la hubiese sacado de la galera -o habría que decir del freezer, tratándose de alguien de Alaska?
Mayté se reía hace unos días porque comparé a McCain con el Gollum de El señor de los anillos, pero si no recuerdo mal, el lugar donde vi las imágenes de ambos una junto a la otra fue en The Daily Show… Ayer me divirtió mucho un material de archivo con McCain propugnando la misma clase de medidas económicas que hoy denuncia en Obama, tildándolas de ‘socialistas’. El gag dura segundos, pero -estoy seguro- para obtenerlo tuvo que haber mucha gente trabajando durante muchas horas. Esa es una de las características de su estilo de comedia: parece natural, casi fruto del instante, pero esconde un trabajo intensísimo con el material -verbal, visual-, la clase de compresión necesaria para hacer que un trozo de carbón devenga diamante.
Lo veo porque realmente es muy bueno, porque su versión de la realidad de los Estados Unidos es abrasiva y también porque no encuentro nada parecido en la televisión argentina. Un medio que alguna vez produjo maravillosos programas cómicos -desde los que hacían los uruguayos de Telecataplum a los de Tato Bores, desde La revista dislocada y La tuerca hasta Olmedo-, se limita hoy a tratar de producir risas refritando escenas de otros programas donde la gente no teme abochornarse con tal de salir en pantalla.
En este contexto de espantosa pobreza creativa, Peter Capusotto -ese alter ego del comediante Diego Capusotto, que se dedica a burlarse de los lugares comunes del rock- es nuestra última esperanza.