Marcelo Figueras
Me está seduciendo Alice, la miniserie brasileña que produce HBO. Vi el primer episodio por pura curiosidad, respondiendo a la enorme campaña publicitaria que se sentía omnipresente en la TV y porque me llenó de intriga que HBO se jugase por una ficción latina que no estuviese contenida por un género o subgénero definido, a la manera de Mandrake, de Epitafios (vi tan sólo el comienzo, que no me gustó nada) y de Capadocia. El debut de Alice me pareció tibio: se limitaba a poner en marcha la historia de la protagonista homónima (Andréia Horta), una chica que viaja de la provinciana Palmas a la devoradora Sao Paulo para asistir al funeral de su padre, a quien no veía desde hace años y que acaba de suicidarse. Aunque la realización estaba muy bien, el guión me pareció flojo. Pero el encanto de Andréia Horta y la generosa producción me persuadieron de renovarle el crédito.
El segundo episodio ya estuvo mucho mejor. Alice permanece en Sao Paulo, enfrentándose a las tentaciones de la gran ciudad y empezando una relación con Regina Celia (Daniela Piepszyk), su media hermana de 12 años, hija de su padre y de su segunda mujer. Esta pequeña actriz es en verdad notable, y forma con Andréia Horta un dúo digno de ser atendido.
Ignoro si de aquí en más Alice es convertirá en una historia de iniciación tardía o si se limitará a ser un melodrama cool, una suerte de The O. C. a la brasileña, mejor filmado que la mayoría y con las osadías que permite la emisión por HBO. Pero a partir de lo visto, y de lo insinuado por el abanico de personajes que recién comienza a abrirse (la abuela, el hermano y el novio abandonado en Palmas; la tía de Sao Paulo que parece a punto de lanzarse a un romance lésbico; la contradictoria viuda de su padre; sus nuevos y alocados amigos), Alice promete ser la primera serie latinoamericana que sigo en mucho pero mucho tiempo.