Marcelo Figueras
Mientras estuve en Israel y Palestina se cumplió un año de la desaparición de Jorge Julio López, el hombre que habiendo sido víctima de secuestro y torturas durante la dictadura se desvaneció en el aire luego de testificar contra el ex director de operaciones de la policía bonaerense, Miguel Osvaldo Etchecolatz. Quería hablar del asunto para pelear con la rutina, con el acostumbramiento a la idea de que López está muerto. De tanto en tanto me descubro diciéndome a mí mismo, como si necesitase despertarme: se trata de un hombre que ha sido secuestrado y muerto en estos días que corren, delante de nuestras narices, con sus restos destruidos y ocultados como ocurría antaño, durante la dictadura más infame que hayamos padecido. Me repito para despabilarme que ha sido hoy mismo, en plena democracia formal y en vigencia efectiva de la Constitución Argentina, que un hombre ha vuelto a ser víctima de aquellas patotas -precisamente porque siguen impunes, y porque pueden golpear en libertad.
Perdí unos días tratando de encontrar cómo hablar del asunto, hasta que un artículo de Horacio Verbitsky en Página 12 me proporcionó la excusa. Como parte de la investigación por el secuestro, un juez secuestró la agenda del hombre a quien López ayudó a encarcelar con su testimonio, el ex comisario Etchecolatz. Dentro de esa agenda encontró un dibujo hecho por el reo. El trazo es elemental, pero lo que describe es inequívoco. El centro del dibujo está ocupado por un Satanás gigantesco de cuernos, cola y tridente. Al lado de Satán figura un retrato de Adolf Hitler. Delante de Satán hay una cinta sin fin, por la que desfilan tres hombrecitos con las manos atadas a la espalda. Cuando la cinta llega a su límite, los hombrecitos caen a un foso en cuyo fondo hay llamas. Afuera del ‘establecimiento’ hay un cartel, que rubrica su actividad: ‘Fábrica de kipás. (Los vendo con descuento.)’ Entre las otras informaciones que la agenda contiene están los números de teléfono de catedrales y sacerdotes y el particular del Arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, que acaba de acusar de abortista al Ministro de Salud Ginés González García diciendo que su accionar significa "la muerte de la democracia".
No deja de ser irónico que un hombre con amigos genocidas se preocupe por la posible muerte de la democracia. No deja de ser irónico que un hombre se rasgue las vestiduras ante la perspectiva de un aborto pero ni diga palabra respecto de una desaparición, que seguramente está encubriendo un homicidio cierto.
Lo que le ocurrió a López, y lo que sigue ocurriéndole mientras no exista justicia, es un escándalo. Y como tal debemos seguir recordándolo a diario.