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¿Un lifting?

Por 19 de enero de 2010 Sin comentarios

Jorge Eduardo Benavides

 

De tanto en tanto escucho con cierta perplejidad que a tal o cual novela le sobran páginas y que, no obstante, se trata de una buena novela. Algo así como que requeriría un lifting para quedar mejor de lo que está. La perplejidad viene a cuento respecto a que si la novela que hemos leído nos ha gustado resulta un poco contradictorio explicar a continuación que le sobran páginas. Es cierto, claro está, que a muchas novelas les sobran páginas: siguiendo esa argumentación, a las malas, aunque tengan 125, puede que le sobren 125. O más…

Pero hablamos de las buenas novelas, de aquellas después de cuya lectura emergemos a la realidad transfigurados, ligeramente distintos a lo que éramos, al menos durante el breve tiempo que dura su poder hipnótico. Y cuando una novela cruza el ecuador de las quinientas páginas, muchos lectores tienden a confundir los repentinos páramos y sequedades de la novela como pifias o fallas, detalles innobles que afean o perturban su belleza. Bueno, puede que lo sean, pero es que una novela, a diferencia de un cuento, obra por acumulación. Y todo aquello que en un relato abunda, aquí es combustible, paisaje, detalle, atmósfera, e incluso contradicción y si me apuran, hasta aburrimiento.

Leer "En busca del tiempo perdido" o "La montaña mágica" es una clarísima abducción por la cual el lector que ha caído en su trampa sale distinto e incapaz de pensar que a cualquiera de ellas le sobren páginas… pese a que haya momentos en que parecería que sí.

Terminar de leer una novela -una buena novela- es culminar un estupendo viaje en el que, a la luz de su recuerdo, entendemos que nos ha ocurrido de todo: desde ínfimas contrariedades hasta experiencias valiosas, frívolas, graciosas y hasta desagradables, y que todo eso constituye el viaje. La última novela de Antonio Muñoz Molina, por ejemplo, es una novela audaz a la que cuesta -al menos a mí me sucedió así- hincarle el diente. Diríase que el narrador no ha querido desperdiciar un solo ángulo desde dónde contar su historia, y que esta se va levantando ante nuestra vista con toda su poderosa complejidad, es decir: incluso con lo que a simple vista son desfallecimientos y distracciones, pequeños sobresaltos, páginas que a veces parecen no conducir a nada o "sobrar"… pero seguir avanzando con perseverancia por sus páginas es avanzar también a contrapelo de nuestra propia renuencia y si -como en el caso- la novela es buena, terminará por persuadirnos de que nada, absolutamente nada de lo contado, ha sido inútil. Porque la condición natural de la novela es la imperfección. Entendámonos: No es que el lector le perdone la imperfección, no: es que sabe o al menos admite que sin ella la novela que acaba de atraparlo entre sus redes no sería tal. Como dijo Tennessee Williams "Mata mis demonios y mis ángeles morirán también." 

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Jorge Eduardo Benavides

Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú, 1964), estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima. Trabajó como periodista radiofónico en la capital y en 1987 fue finalista en la bienal de relatos COPE (Lima); un año más tarde ganó el Premio de Cuentos José María Arguedas de la Federación Peruana de Escritores. En 1991 se trasladó a Tenerife, donde puso en marcha talleres literarios para diversas instituciones. Ha sido finalista del concurso de cuentos NH Hoteles del año 2000. Desde 2002 vive en Madrid donde continúa impartiendo sus talleres literarios. Su más reciente novela es La paz de los vencidos, galardonada con el XII Premio Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro". Cursos presenciales en MadridJorge Eduardo Benavides imparte cursos presenciales en Madrid y ofrece un servicio de lectura y asesoría literaria y editorial. Más información en www.jorgeeduardobenavides.com http://www.cfnovelistas.com/ 

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