Jorge Eduardo Benavides
Rompo mi rutina semanal, en esta noche de agua nieve que deja su rastro tenue sobre la techumbre gris del Madrid de los Austrias, para escribir unas líneas sobre una escritora y vecina de blog, Clara Sánchez, que además de buena amiga es una estupenda novelista que acaba de ganar un premio prestigioso, el Nadal, ni más ni menos. Un premio honrado, un premio que se hace prestigioso con sus aciertos, como en este caso.
Lo último que he leído de ella, de Clara, fue "Presentimientos", novela hermosa y singular, de prosa limpia y sin excesos, que cuenta una historia anclada en los linderos de lo fantástico. ¿Qué ocurre con una persona cuando está en coma? Es un tema fascinante que Clara abordó con mucha originalidad y mucho, mucho oficio. Lástima, como se lo comenté en alguna ocasión, que durante la promoción de la novela no tuvieran cuidado de no descubrir el pequeño muelle que hace funcionar la historia, por otro lado, tan bien contada. Leí una novela suya, anterior, "Un millón de luces", y descubrí una escritora que sin alardes técnicos ni pases de magia para la galería, con el simple y primordial barro de las palabras, era capaz de hilvanar una trama que bajo su capa de cotidianidad mostraba la profunda complejidad de las relaciones humanas. Me gusta Clara como escritora, pero además, junto con Rosa Montero -tan amigas, las dos- es de esas personas sensatas y francas, amistosas y sin un ápice de soberbia o vanidad -pese a sus admirables trayectorias narrativas-, tan llenas de perspicacia y buena onda, que hacen de su compañía un disfrute y un aprendizaje. Nos vemos poco, muy poco en realidad o como le he dicho alguna vez: "de trescientas páginas en trescientas páginas", pero siempre hay con ella esa sensación de retomar la conversación donde la habíamos dejado. Y de estar frente a alguien que ama el oficio. Por eso, que haya ganado este premio es una gran alegría.