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Clase XII. El personaje (I)

Por 25 de abril de 2008 Sin comentarios

Jorge Eduardo Benavides

Amigos, antes de comenzar el contenido de la clase de esta semana queremos felicitar a Rafael Borras que ha sido el ganador del Premio de Literatura en Prosa que convoca la AEFLA. Todas nuestras felicitaciones para él y esperamos que esta estupenda noticia sea un estímulo para todos.  Les dejamos el link del cuento de Rafael.

El personaje (I): ese gran desconocido

La acciones que contamos en todo cuento, en toda novela son realizadas por alguien y ese alguien es el personaje. Como bien sabemos todos, la verosimilitud de  un personaje tiene tal poder que ciertos protagonistas de ficción se imponen a la realidad: Ulises, Don Quijote,  Hamlet o Madame Bovary están presenten en nuestro imaginario y enraizados en nuestra memoria colectiva de tal manera que  parecen haber sido en algún tiempo reales, de carne y hueso…

Ahora bien, los personajes al igual que las personas viven y mueren, aman y son abandonados, languidecen  y tienen grandes alegrías, pero la diferencia entre uno y otro consiste en que el personaje sólo se construye de palabras,   es producto de nuestra capacidad para crearlos de tal forma que parezcan  seres reales,  de  que se signifiquen respecto a las personas como un  reflejo donde éstas pueden verse identificadas.

Un personaje puede ser conocido en su totalidad, una persona no. Podamos saber lo que piensa, siente, lo que piensan los demás de él e incluso oímos su voz a través de los discursos: directo, indirecto, indirecto libre… discursos narrativos que veremos más adelante. Por lo tanto el personaje es una suma de rasgos físicos y psíquicos y lo veremos en acción dentro de la trama. Ahora bien ¿cómo se caracteriza a un personaje?

Un personaje tiene que resultar verosímil, tiene que parecernos real o por lo menos plausible, es decir que admitimos la posibilidad de su existencia, aunque sea en sentido figurado o metafórico. Como por ejemplo ocurre en cualquier historia de ciencia ficción o de fantasía: personajes cuya existencia en la vida real sabemos fehacientemente imposible pero que dentro del marco de la ficción aceptamos sin problemas, siempre y cuando su caracterización y sus acciones nos resulten al menos reflejo de la realidad. Ello es así porque a diferencia de la realidad, el motor de la ficción se pone en marcha con la persuasión, que es la capacidad para convencer al lector de que lo que le contamos es cierto, puede serlo o es plausible.  La vida es arbitraria y la ficción nunca lo es: nuestros escenarios, acciones y personajes tienen que parecer reales, pero en realidad siempre obedecen al orden secreto de la persuasión.

Si no tenemos muy claro en nuestra mente cómo es el personaje lo más probable es que éste resulte más bien plano, sin mayor enjundia, en definitiva poco creíble. Y ocurre lo mismo en un cuento que en una novela, aunque como veremos en una próxima consigna,  hay grandes diferencias entre unos y otros. Pero lo que los emparenta es el grado de conocimiento que de ellos tiene (o carece) su creador.  ¿Sé cómo es físicamente, qué le disgusta, qué le atrae, si es alto, rubio, bajito y con bigote? ¿Sé qué edad tiene, puedo visualizar su oficina, su dormitorio, saber con exactitud cómo son sus diversiones, conozco algún secreto suyo,  sus pequeñas desgracias, sus amores? Si no somos capaces de atender el pulso vital de éstos, si los relegamos a una simple condición de entes sin voluntad, entonces no habrá manera de hacer verosímil una historia. Decía Mark Twain que a las personas nos gustaría ser personajes de novela, pero que  a los personajes de novela les gustaría ser personas, de manera que hay que tratarlos como si fueran tales y al escribir una historia tomémonos un tiempo para pensar al personaje hasta que empiece a parecernos real, hasta que emerja ante nosotros nítido, como la imagen de un viejo amigo. Para ello es necesario dotarlo de un mundo más bien coherente.

La propuesta de la semana

Por ello esta semana vamos a proponerles un ejercicio que se titula La maleta. Verán que tienen dos «maletas» adjuntas a este texto. Cada una contiene una serie de objetos más bien cotidianos y otros que no lo son tanto. Elijan una. Imagínense que se la han encontrado, que ha llegado a sus manos por casualidad… y la abren. Ahora lo que queremos es que nos digan cómo es el propietario de tales efectos, es  decir que nos cuenten una historia donde aparezca el personaje dueño de esa maleta. Eso significa que tendremos que justificar esos objetos en nuestro pequeño cuento EVITANDO las exposiciones forzadas. Así por ejemplo, si en la maleta hallamos un biberón con zumo de piña, tendremos que contar que su hijo pequeño sólo bebía el zumo de esa fruta. Y si además hay una bola de cristal, puede que el personaje sea una bruja o un adivino. Y si hay un billete de tren para Munich quizá tengan que contar que esa mañana después de darle el biberón con zumo de piña a su hijo tal como le recomendó el pediatra, Marta cogió el tren para Munich donde asistiría un congreso de adivinos… la coherencia en el mundo de nuestros personajes es vital para su verosimilitud  y este ejercicio nos ayudará a conocerlos a partir de ciertos objetos. Quizá deban incluso investigar sobre algunos elementos que aparecen en las maletas… nada que el Google no pueda resolver.

Maleta 1

Es una maleta grande, de piel, sin ruedas, incómoda pero elegante.

Contiene, además de ropa y zapatos normales (de hombre o de mujer, ustedes deciden), un pantalón rojo con lunares blancos, dos billetes de una función de teatro ya pasada, una camiseta que dice Salvad a las ballenas, una agenda electrónica, un dvd de la película Blade Runner, un Pinocho articulable y de madera,  cinco paquetes de cigarrillos mentolados, unos guantes negros de piel, cuatro barritas dietéticas, un ejemplar de cierta novela de Hermann Melville en alemán,  una colección de postales de ciudades italianas y entradas para un función de teatro negro en Praga para dentro de dos semanas.

Maleta 2

Se trata de una maleta mediana, rígida, azul cobalto, con ruedas, algo abollada y con pegatinas de hoteles: el Raffles de Singapur y el Danieli de Venecia.

Contiene cuatro pares de zapatos de una marca prestigiosa (de hombre o de mujer, ustedes deciden),  unas braguitas negras,  un libro sobre arte renacentista en Italia, un iPod lleno de música sacra y de Purcell, una foto del Fary autografiada, una pistola Beretta sin balas, un papelito con una dirección: «Barer Strasse 27»  (no dice nada más),  dos bolsas pequeñas de caramelos de menta, una cinta métrica, una botella de pisco arequipeño y un pastillero que contiene dos pastillas de Rohypnol.  

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Jorge Eduardo Benavides

Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú, 1964), estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima. Trabajó como periodista radiofónico en la capital y en 1987 fue finalista en la bienal de relatos COPE (Lima); un año más tarde ganó el Premio de Cuentos José María Arguedas de la Federación Peruana de Escritores. En 1991 se trasladó a Tenerife, donde puso en marcha talleres literarios para diversas instituciones. Ha sido finalista del concurso de cuentos NH Hoteles del año 2000. Desde 2002 vive en Madrid donde continúa impartiendo sus talleres literarios. Su más reciente novela es La paz de los vencidos, galardonada con el XII Premio Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro". Cursos presenciales en MadridJorge Eduardo Benavides imparte cursos presenciales en Madrid y ofrece un servicio de lectura y asesoría literaria y editorial. Más información en www.jorgeeduardobenavides.com http://www.cfnovelistas.com/ 

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