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Trabajosos

Por 13 de marzo de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Para los jóvenes recién licenciados, empezar a trabajar equivale a romper el cascarón y sentirse identificados con aquel patito feo de sus cuentos de niños, aún lejos de convertirse en cisne. No se reflejan con nitidez en la mirada de los otros, que apenas reparan en ellos cuando dejan en el suelo su mochila de ­becario y se lían un cigarrillo para bajar a fumar al sol.
Ignoran cómo podrán ganarse la vida; los que tienen un sueldo cobran apenas 400 euros por una media jornada en la que se sienten medio inútiles, conserjes sin puerta ni llaves a quienes los séniors piden un café, perpetuando bilateralmente el sistema de escalafones, pues a veces son ellos mismos quienes se ofrecen a traer unos capuchinos. Disimulan un miedo deforme, oceánico, lento. ¿Qué será de ellos en una sociedad donde la cultura del trabajo se ha devaluado como norte? El laborismo entendido como una manera de hallar sentido y músculo a la vida ha sido enterrado. Los jóvenes milénicos han visto como sus mayores ejercen de equilibristas sin dejar de repetir que están agotados. A ellos los recargaban, a su vez, de actividades extraescolares para tenerlos igual de ocupados, pero no cuajó el piano ni el ballet, delirios paternales que auguraban una sucesión de metas abandonadas.
Acaso los becarios que buscan su oportunidad no serán nadie hasta el día en que esté de baja un compañero y desempeñen su función incluso mejor que él. Un golpe de suerte. Una moneda al aire. El paro sigue golpeando a los veinteañeros –un 30% en España–, no obstante, no salen de la universidad hasta el cuello de deudas, y esa es una de las grandes victorias de la socialdemocracia respecto al despechugue neoliberal. En Estados Unidos, el déficit de los estudiantes con las financieras que subvencionan sus carreras ha crecido cerca de un billón americano. Los testimonios de los chavales que viven sin techo en alguno de los veintitrés campus de la Universidad Estatal de California tumban cualquier principio de dignidad humana. Homeless universitarios que duermen en sus coches, se duchan en el gimnasio y guardan el cepillo de dientes y las mudas en taquillas como las de la Humboldt, conocida como la universidad del hambre.
Su prioridad vital hoy, más que un amor o una familia de película, es tener un trabajo que disfruten. Los denominados salarios emocionales de empresas que acortan la brecha entre la identidad profesional y personal. Más allá de ofrecer guarderías y chill outs en la azotea, estas se rigen por la motivación, el intercambio de conocimientos y alentar el talento, la única forma –además de transformarse en cisnes– de ­aumentar la exigua productividad nacional.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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