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Ser caballero o ‘caballera’ en el siglo XXI

Por 8 de febrero de 2024 Sin comentarios

Portada de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald (Sexto Piso, 2013)

Joana Bonet

 

Cuando se produce algún pequeño alboroto en un hotel, a menudo se presenta el responsable provisto de una palabra casi reglamentaria: “Caballero, ¿qué sucede?”. Sea cual sea su condición –vista una sudadera o traje de raya diplomática–, el varón disconforme recibirá tal vocativo. Los hay que atemperan sus modales y bajan la voz cuando reciben dicho trato. Curiosamente, de ser mujer quien monta el pollo no se encontrará con un “Dama, ¿qué sucede?”, porque, a medida que las mujeres empezaron a normalizar la toga de jueza o el fonendoscopio de cardióloga y las sociedades fueron haciéndose más igualitarias, la flecha del tiempo borró el término de un plumazo, pues, al igual que señorita, te remitían a las novelas de Jane Austen.

En El gran Gatsby, Scott Fitzgerald pone en boca del padre del protagonista una serie de consejos para ser un verdadero gentleman –por cierto, en inglés no incomoda tanto como caballero –, y le anima a no juzgar a los demás, ya que ignora en qué circunstancias se hallan. Una caballerosidad que radica en cierta delicadeza de espíritu e incluye nobleza, discreción, prudencia y, por supuesto, querencia por el detalle.

Una postal muy distinta de nuestra escena contemporánea habitada por personajes que gritan e insultan, imponen su opinión, se envalentonan ante los más vulnerables y pierden el respeto por todo aquello que no sea de su color. Un caballero no debe quejarse por minucias sino ser alto de miras, tratar a los demás como le gustaría que le trataran a él, sea a hombres o a mujeres. La caballerosidad no debería tener sexo, también hubo caballeras valerosas y justas que hoy se abonan en la sororidad: ¿no somos hermanos de la condición humana?

Por supuesto que es compatible ser feminista y permitir que te abran una puerta. Nosotras también lo hacemos, hay que leer el momento. A mí me resolvió este dilema el historiador jesuita Miquel Batllori: yo era muy joven, él andaba con bastón, y tras entrevistarlo le cedí el paso en el ascensor. Se negó y me dijo: “mire joven, los hombres podemos llegar a perder la fe, pero la galantería nunca”.

Del proceso de disolución de la binariedad de género, uno de los lances ontológicos más polémicos de este siglo, surgió una nueva forma de nombrar –y vivir– la identidad sexual. Los caballeros fueron relegados, como informa Google, asociando el término a Arturo Fernández y Carlos Larrañaga. La cultura occidental transformó aquel caballero andante en una especie de donjuán engolado, erosionando su significado original, el que argumentaba el humanista Ramon Llull en su Libro de la orden de caballería: “Pues así como el hacha se ha hecho para destruir los árboles, el caballero tiene su oficio en destruir malvados”. Sí, esos que hoy difaman y extienden rumores disparatados para lastimar al prójimo.

Leo en un blog americano las recomendaciones de un profesor de ciencias sociales para ser “un caballero en el siglo XXI”, y en una de sus perlas afirma: “Ofrécete para ayudar a cualquier mujer. Ten en cuenta las tareas que lucha por completar sola, como levantar muebles pesados. Las mujeres que son independientes puede que no soliciten tu ayuda, pero eso no quiere decir que no la vayan a aceptar y apreciar”. También indica que hay que abrir la puerta “no solo a las atractivas, de lo contrario no se es un gentleman si no un jugador”. La caballerosidad ya no significa una alianza entre los hombres para que nos sigan viendo como las otras, sino un pacto de honradez entre quienes elegimos el lado de la acera donde brilla el sol.

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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