Joana Bonet
Las más analíticas los llaman fóbicos. Las despechadas, cobardes, mientras que las reincidentes los liquidan con un ?¡que te den!?. Es un clásico, el del hombre que escapa del amor de una mujer. De su complaciente risa y sus terribles esperanzas. Inmaduros, vanidosos, ególatras, narcisistas…, una interminable colección de adjetivos decora a quienes siguen interrogándose acerca de tan imprevisible comportamiento. Las de un señor ?a veces es decir demasiado? que de la noche a la mañana, sin mediar explicación alguna, ni besos de despedida, ni tan siquiera un cirio en la escalera, se esfuma. Deja de responder a los mensajes. Desaparece de los bares donde se enroscaba a tu cuello, no sin cierta molestia. De golpe, de la pasión a la nada.
Las mujeres siempre quieren saber por qué. Hurgan, insisten, rebobinan una y otra vez la película del ?nosotros?, revisan los últimos mensajes, espían su horario por el WhatsApp? El deleite en el abandono es una de las experiencias más miserables del alma femenina, de la que, además, nadie quiere ser partícipe. Esa es otra de las consecuencias de haber dado con un missing. Que los amigos primero se compadecen pacientemente del lloriqueo, después pasan a cómplices en el asombro, pero acaban por no poder soportar la cansina ira y la depresión. A mis amigas víctimas de un missing suelo recomendarles que aflojen objetivos en la vida. Que tomen el sol, disfruten de buenas conversaciones, beban vino y sientan las cosquillas de la brisa sobre el pecho. Poco más.
En un pasaje de El halcón maltés, Dashiell Hammett cuenta por boca del detective Sam Spade el caso de una mujer que le encargó buscar a su esposo, desaparecido de un día para otro sin dejar rastro. Cuando por fin lo encuentra, él le explica por qué un buen marido y padre, un hombre de negocios de éxito, lo deja todo de repente: un accidente afortunado le hace sentir ?como si alguien hubiera levantado la tapa que cubre la vida, permitiendo ver su mecanismo?. El azar sacude su existencia. Y decide empezar de nuevo.
En España hay decenas de personas que desaparecen cada año sin que se vuelva a saber de ellas: 3.496 desde 1977, año en el que se contabilizan los dos primeros casos aún sin resolver de la democracia. Dejando de lado los sensibles casos criminales, queda una importante cantidad de voluntarios mutis. Los datos oficiales presentados en una respuesta del Gobierno a una pregunta planteada en el Senado por familiares señalan que la gran mayoría de los casos (cerca del 90%) se resuelve a lo largo del primer año y que el resto difícilmente se cierra. Los hay que se dejaron en casa al salir hasta la documentación en la cartera. Su silencio, tanto en los hombres fóbicos como en los halcones malteses, es una conquista sin respuesta.
(La Vanguardia)