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La boca boba

Por 6 de junio de 2018 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Apretamos los dientes en lugar de gritar o maldecir, como si el gesto fuera capaz de contener la furia que seguirá agitándose por dentro. Los hacemos chocar durante más de media vida achinando los ojos y encogiendo el ombligo. Apretamos cuando tiran petardos o fallan un penalti, cuando nos mienten sabiendo que nos mienten, cuando se nos cae el móvil al suelo o perdemos algo, poder, dinero, amor. Apretamos cuando dormimos y nuestro inconsciente padece de tal forma que, a pesar de la lasitud del resto del cuerpo, mantiene un combate molar a vida o muerte. Los dentistas y psicólogos no se han cansado de repetirlo: el bruxismo denota un estado latente de presión y ansiedad, estrés y miedo, alerta e inseguridad; un vivir encogido.
Nos cargamos las muelas sin apenas dolor ni conciencia, lo que obliga a los buenos pacientes a dormir con férulas llamadas “de descarga”, un dique para mandíbulas rabiosas que oprimen el malestar. Y aun así, deben entregarse a una de las camillas más temidas históricamente, la que desnuda con alta autoridad al individuo postrado con la boca abierta, entregado a los artilugios metálicos que levantan raíces e instalan puentes hurgando en la única parte de nuestro esqueleto que es visible.
Vivimos con y contra los dientes, que ya son más espejo del alma que la mirada. Así lo cuenta una exposición, Teeth, que puede verse en la Wellcome Collection de Londres hasta el próximo 18 de septiembre. La relación del ser humano con sus incisivos, colmillos y molares ha sido tortuosa. Ahí están las referencias a un enfermero llamado “Le Grand Thomas” que fue célebre en el París del XVIII ­porque levantaba a la gente del suelo con los dientes. O la caricatura de un deshollinador dejándose quitar la dentadura –que sería implantada a ricos–, ante la algarabía de unos chavales. Ladrones de tumbas, cirujanos barberos y aquella imagen brutal que dejó la batalla de Waterloo, 50.000 cadáveres desdentados en menos de 24 horas, ilustran la prehistoria de la odontología.
Una dentadura blanca y sana representa hoy un imperativo estético, forma parte de un código higiénico que a la vez es un indicador social. Hasta ocho dientes de diferencia pueden contarse entre los ancianos sin posibilidades y los que tienen dinero, porque el tratamiento es caro y, a pesar de los progresos, muy temido. Estos días, Quim Monzó, Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, comentó su descripción personal en Twitter: “analista del bruxismo”. ¡Qué gran idea! Sería de enorme interés poder contar con ese perfil en las tertulias; observadores que indicaran cuándo aprieta demasiado Sánchez o Hernando, Torra o Torrent, y de paso nos recordaran a todos aquello de: “relaja, relaja, deja la boca suelta, como boba”.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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