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Infarto

Por 18 de marzo de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Nunca es previsible un infarto, por mucho que utilicemos el término cuando esperamos ansiosos una noticia o aguardamos un desenlace. “Una final de infarto”, dice el locutor jugueteando con el exceso de tensión contenida y la incertidumbre ante el resultado. E incluso utilizamos la adjetivación para glorificar una compra o un paisaje que sobrepasan lo imaginado.
Pero el paro cardiaco carece de poesía. Súbito, veloz, seco, se presenta allí donde no se le aguarda, siempre a deshora, sofocando el pecho y bañando las manos de un sudor helado. Las dos veces que lo he visto de cerca, en personas queridas, no hubo sombra anticipatoria. Recuerdo la conmoción que me produjo el pecho quemado y resucitado, aquel olor a chamusquina en la UVI; también la imagen mental de un corazón necrosado a medias que de repente, tras varios cateterismos, angioplastias y stents, reacciona de nuevo. Me lo enseñó hace años el doctor Valentín Fuster en el Mount Sinai, junto a unos enfermeros indios que contemplaban en el monitor cómo el órgano volvía a bombear con plenitud e iba aumentado el vigor del latido. Fue una experiencia espiritual.
Aprendimos a vivir con y sin freno ahuyentando la idea de la muerte, ese fin inexorable y al mismo tiempo ajeno, en lugar de considerar que forma parte de nuestra condición humana. No queremos intuir su reflejo, aunque los más aprensivos tememos que pretenda alternar con nuestra tos o nuestra fiebre. En España, el infarto produce menos miedo que el cáncer, las enfermedades degenerativas o el ictus, según una encuesta de la farmacéutica AstraZeneca, a pesar de que un tercio de quienes lo sufren fallecen en el acto. ¿De qué sirve tener más o menor temor si solemos vivir de espaldas al propio fin?
Hace unos días murió una compañera, la redactora jefa de S Moda, Mar Moreno, a causa de un infarto agudo de miocardio. Sólo tenía 44 años e, igual que la mayoría de los que nos dedicamos a este oficio, había trajinado con multitud de planillos y sumarios, titulares y destacados, además de remaquetar en páginas sencillas, corregir ferros y esperar el primer ejemplar horneado en la imprenta. Jornadas intensas en busca del mejor contenido para sus lectores, esa vocación que distingue a los convencidos. “La vida cambia en un instante”, escribía la mejor relatora del duelo, ­Joan Didion, aunque para muchos siga siendo la de cada día. Débora Vilaboa, experta odontóloga, me recordaba que los periodistas acostumbramos a tener mala boca y nos cargamos la dentadura con nuestra vida de infarto. Eso era antes, le digo, gente de mal vivir que bebía y fumaba al teclado, porque ahora todos corremos, bebemos zumos detox, hacemos yoga y pensamos que somos capaces de controlar nuestros días mientras el tiempo corre sin contemplaciones.
Ha muerto una periodista de una ­redacción vecina y en la nuestra nos ­hemos quitado el sombrero sintiéndonos parte del mismo todo: criaturas que indagamos sobre el futuro, excepto el nuestro.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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