Joana Bonet
He pasado adelante y atrás el vídeo de la rueda de prensa de Iker Casillas en el papel más difícil de su vida. Solo, con la única compañía de sus lágrimas y un photocall ebrio de logos ?Emirates, Adidas, Bwin, Mahou, Audi?, dispuesto a demostrar quién manda hoy en el fútbol, porque incluso en su sentimental despedida tenía que respetar el protagonismo del espónsor.
Cómo le costó a Iker arrancar el folio. La voz se le aguaba, igual que una mayonesa que no liga y se queda en yema aceitosa. Bebió agua un par de veces para deshacer la piedra que le cerraba la garganta. Y dejó claro que se había propuesto despedirse como quería: cumplir con los suyos, a pesar de la cerrada solitud que ejemplifica algo desdichadamente frecuente en esta España cainita: la patada a sus mitos.
Deberían pasar este vídeo en las escuelas. Explicar a los estudiantes que incluso llegando a semidiós puedes acabar despreciado y deshecho, como un villano. Porque durante mucho tiempo Casillas fue un talismán. Era el santo, el que decidía solo un partido cuando su equipo flojeaba. En la España que se precipitaba al abismo de la crisis de dineros y valores, en la que los deportistas eran los únicos que daban alguna alegría, Iker brillaba como una superestrella. Un castizo made in Spain, guapete, solidario, que al igual que Xavi o Puyol representaba la sencillez del campeón en un jardín en ruinas.
Hasta que se rompió su baraka. Dicen que Florentino le cogió manía. Y Mourinho se sintió capaz de humillarlo. Desde que lo sentó en el banquillo se agrandó su leyenda negra. Si en la vida te topas con individuos tan metódicos como egocéntricos, que penalizan el talento y que no creen en las segundas oportunidades, ojalá que, al menos, las musas amortigüen tu caída. No fue el caso. Los envidiosos que se complacen ante las desgracias ajenas se adueñaron del terreno mientras se agrandaba su melancolía. El calvario de Iker incluía mofas ?incluso a su hijo recién nacido?, rumores e insultos de vago, interesado o pesetero. ¿Cuánto dinero habrá hecho ganar al Real?
Si alguien quiere saber del sufrimiento del otrora emblema del madridismo, que vea el vídeo. No es un dolor narcisista, de quien tocó el cielo con victorias y copas y ahora ingresa en el club de los has been. Es el dolor de un hombre a quien han herido y dañado. Se han destacado, y con razón, las diferencias entre su salida y la de Xavi en el Barça. El Madrid reaccionó tarde y mal, tratando de resucitar a una alma en pena. Pero la pena no se va con quitamanchas: precisa de un duelo y de un punto final. Iker terminó de forma limpia, como una parada seca, corta y perfecta: ?C?est fini?.
(La Vanguardia)