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Galletas de barro

Por 28 de marzo de 2012 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

En el desierto de Atacama hay que aprovechar la más mínima oportunidad para sobrevivir. Cierto es que la sensación de derrota lo invade todo; soñar es una palabra improbable, mientras que el futuro se desdibuja igual que una pisada sobre la arena. Las únicas huellas del tiempo, aquí, las marca el dolor, mientras que la belleza mítica del entorno rompe cualquier conexión con la realidad. Porque el padecimiento envejece, se infiltra bajo los párpados, tuerce la sonrisa, carga las espaldas, revienta las tripas. Es imposible adivinar la edad de un grupo de mujeres del desierto: aparentan cuarenta, pero apenas han cumplido los dieciocho. Creen que no les corresponde nada en la vida, aceptan que su obligación consiste en sobrevivir a cualquier precio. Me sobrecoge el testimonio de una de ellas, el de una mujer que pasó toda la noche recogiendo las gotas de agua que caían de un rosal silvestre. Una a una. Paciente e insomne. Hasta que consiguió llenar un vaso para calmar la sed de sus hijos.
Tal vez una parte de la memoria abdique en favor de la amnesia voluntaria para que los recuerdos dejen espacio al hilo de vida que queda, hermosamente testarudo. Como esa chica que en el campo de refugiados de Dadaab, entre Kenia y Somalia, montó un puesto para cargar móviles con un atrotinado generador eléctrico heredado de su abuela. Y pudo comer. O como el agricultor que empezó a sembrar un huerto, aprovechando el agua que se pierde al abrir los grifos de las tuberías que canalizan los pozos de agua construidos por la cooperación internacional. Las que me cuenta la gente de Intermón-Oxfam son historias en positivo, aunque las protagonice parte de los mil millones de personas desnutridas del mundo ?como América del Norte y Europa juntas?. A veces el organismo está tan hambriento que llega a comerse a sí mismo, marasmo lo llaman. Para engañarlo, vale todo: en Haití comen galletas de barro. Sí, una mezcla de lodo con agua, algo de aceite y sal que mastican lentamente para llenar sus estómagos vacíos.
La hambruna crece, pero en algunos países como España se podan radicalmente las ayudas para el desarrollo. Un 60%. Casi mil millones. Aparentemente la crisis lo justifica todo, pero cabría preguntarse por qué en el Reino Unido no recortan los presupuestos para cooperación, sino que los aumentan, por qué en Italia se crea un Ministerio de Cooperación Internacional o por qué China tiene su libro blanco de ayudas al desarrollo. Tal vez, ahora sí, las oenegés empiecen a protestar con argumentos, lejos de adoctrinar en la ética. Menos victimismo y más pragmatismo: «La desigualdad es un riesgo para la economía, que tiene que abrir nuevos mercados». «Hay que ver más allá del año contable; la solidaridad debe formar parte de la marca España», reflexiona Verónica Hernández de Intermón-Oxfam, coincidiendo con el lanzamiento del informe La realidad de la ayuda 2011. En verdad, son insostenibles las islas de riqueza rodeadas de un mar de pobreza porque detienen el progreso. ¿Qué es el hambre extrema?, le pregunto. «Es decidir si morirás hoy o mañana, si te comes hoy las semillas que te quedan o las siembras; es decidir a cuál de tus hijos tendrás que dejar morir en el camino para salvar al resto».
El sufrimiento es persistente, y en lugar de colarse por el desagüe crea círculos concéntricos. Porque no es sólo la ausencia de guerra lo que define la paz: la discriminación, la explotación o la pobreza en el nuevo desorden internacional provocan que cada tres segundos muera un niño de hambre, lo que demuestra que no puede haber paz sin justicia social. Y para quien no entienda este lenguaje, existe otro mucho más sencillo: invertir en desarrollo es invertir en futuro.

(La Vanguardia)

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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