Joana Bonet
Las mujeres mandan por fin en Cannes, tras 66 ediciones en las que su escasa presencia (una sola premiada en su historia, la que ahora preside el jurado, Jane Campion) debería haber avergonzado a la dirección del glamuroso festival de la Costa Azul, justo cuando se caen de la dirección de dos de los periódicos más importantes del mundo las mandamases. El mismo día, el pasado jueves, se anunciaba la destitución de Jill Abramson, directora del New York Times, y la dimisión de Natalie Nougayrède en Le Monde. La primera ha estado casi tres años en el cargo, la segunda algo más de uno. Ambas vivieron la grandeza del momento: dos rotativos históricos por fin eran comandados por una mujer, rompiendo ese maleficio que, negro sobre blanco, las aleja de los despachos de la última planta. Contaba Ken Auletta, en un amplio reportaje en New Yorker que “cuando Eileen Shanahan, que llegó a convertirse en una periodista económica muy respetada, tuvo una entrevista con Clifton Daniel, entonces redactor jefe, en 1961, ocultó su deseo de llegar a ser directora. “Todo lo que siempre he querido es ser periodista en el mejor periódico del mundo”, le dijo. “Eso está bien -respondió Daniel, según contó Shanahan- porque puedo asegurarle que ninguna mujer será jamás directora del New York Times”.
Arthur Sulzberger jr., editor del diario y presidente de la compañía a la que pertenece, se ha referido a un problema de gestión de Abramson con la redacción, sin especificar cuál, mientras se aireaban rumores de todo tipo: su fama de tozuda y arisca, una mezcla de clase alta y clase baja en su voz nasal, la obstinación como brújula… Y la evidencia de que sustituir a la primera mujer que en 150 años de historia había pilotado el Times por el primer afroamericano, Dean Buquet, no era un mal cambio. Hito por hito, a fin de calmar a las minoríasque hoy representan más de la mitad de la humanidad.
Cuando una mujer tiene problemas en un puesto de dirección, y acaba saliendo -bien o mal-, la sombra de la duda refulge implacable: basta el socorrido “es conflictiva” para que sea eliminada de todas las quinielas y un complaciente y miserable regocijo colme a aquellos que envidiaron sus ascensos.
El creciente poder para las estrellas del pop es, en cambio, un ejercicio cada vez más desinhibido y falocéntrico. La última actuación de la cargante Miley Cyrus con un muñeco hinchable (muy bien dotado), resuelta a lograr vender más discos que Beyoncé, pero sobre todo a enseñar cómo la cultura Disney y el marketing acaba cortocircuitando la belleza, basta para demostrarlo. Cuando Abramson asumió el cargo, afirmó que dirigir el New York Times era como ascender al paraíso, que es cómo debe sentirse Miley con su pornoshow. Bajar a los infiernos carece de glamur. Y menos cuando una está detrás de la portada, y no en ella.
Escote y piscina
Existen dos tipos de modelos: las que sonríen poco, apenas tienen pecho y su languidez inspira a diseñadores, y las voluptuosas. La rusa Irina Shayk pertenece a esta segunda categoría, aunque la erótica del poder que se le ha adherido ejerciendo de novia de Cristiano Ronaldo multiplica su influencia. El marketing de la solidaridad resulta tentador porque atenúa la barrera que muy a menudo levanta la belleza. Pero también se corre el peligro de frivolizar una causa justa. Como ha ocurrido con la foto que se ha hecho apuntándose a la campaña de las niñas nigerianas secuestradas. Aunque lo más obsceno no es su torso desnudo -que cubre con el cartelito- sino la piscina que asoma detrás, estilo sauna, donde posa con caída de párpados y media sonrisa.
Lo mejor de la vida
La primera vez que a Vanesa Lorenzo le hablaron de Carles Puyol fue en la residencia del embajador de Francia de Madrid, en la entrega de unos premios. Ella llevaba un vestido largo y sus gafas de ver, que le confieren ese aire de estudiante de literatura noruega. Y un amigo común le desgranó las virtudes del crack, no solo las públicas sino los gestos comprometidos con los que Puyol siempre ha facilitado la vida a los suyos, Tras el primer encuentro, fugaz, con el nervio en la sien, empezó el encantamiento. Y entre cines y partidos, sueños y rodillas, cachemiras y copas, se entretejieron los mimbres del amor y su pegamento. La historia de uno de los futbolistas más carismáticos no podía ser más romántica.
Focofobia
El de Dani Rovira es el éxito del gracioso de la clase, el feo con brillo en la mirada del que todo el mundo se acuerda el día después de la fiesta. Gracias al atronador éxito de Ocho apellidos vascos, se ha colocado en medio del huracán mediático. Unos y otros quieren aprovechar su momento de gloria. Pero la sobreexposición preocupa a los actores sensibles cuando se ponen de moda, como Quim Guitérrez. Esa sensación de sentirte no mecido, sino empujado a aprovechar tu momento de oro implica no renunciar a nada. Rovira ha declarado su sensación de acoso mediático y la nostalgia de la pérdida de anonimato. Conjugar libertad y fama es una vieja utopía, casi como saber mantenerse arriba y bajar cuando corresponde, sin dolor narcisista.
(La Vanguardia)