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El día violeta

Por 6 de marzo de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

No es por el maquillaje, ni la molestia del rímel que aquilata las pestañas. Tampoco por las medias de 10 deniers que se rompen al estrenarlas; ni por la dependencia del tinte que asusta a las canas. No es por la regla, que acaba gobernando nuestro humor o nuestra frustración, la que esperamos ansiosas en los años en que no debíamos quedarnos embarazadas y odiamos cuando se resiste a retirarse durante nueve meses.
No, en verdad no es por la minifalda, muslos helados, moral caliente; ni por el piropo tontuno ni por la compleja relación con nuestras tetas, que siempre o bien nos sobran o nos faltan y alternan el erotismo con los sacaleches. Tampoco es por hablarle a tu pareja y que no responda, o sólo articule alguna onomatopeya porque ya empieza a ser una costumbre el monólogo femenino. No es por tener en la cabeza los horarios de tus hijos junto a la lista de la compra, las averías de casa y las citas con el oncólogo de tu madre. No es porque el ángel del hogar persiga al diablo de la autonomía.
No es porque resultes insoportable al tener algún tipo de poder, o que molestes por ser poco o demasiado femenina, por no estar nunca comme il faut.
Pero sí es por perder los apellidos de nuestras madres, que abandonamos con naturalidad siguiendo el orden natural de las cosas. ¿Natural? También es por el poco espacio público que la sociedad patriarcal les cedió a ellas, esclavas, musas, secretarías y psicólogas de sus maridos y hasta de su prole, que hoy se conforman con una pensión limosna. Madres a tiempo completo que nada supieron de horas extras, realización personal o narrativa feminista, cuyo esfuerzo nunca ha sido contabilizado en el PIB (cuando el trabajo no remunerado de las españolas supondría el 41% del mismo). Sí es por las mujeres precarizadas: las paradas, las kellys, las aparadoras de zapatos, las madres solas, las inmigrantes que han tenido que postergar a sus hijos para cuidar de los nuestros. Sí es por las deprimidas, las que fueron encadenando pérdidas hasta que se apagó su luz interior porque la enfermedad mental también está feminizada, igual que la pobreza.
El 8 de marzo no es cuestión de sexo o género, ni de número o ideología. Es de las mujeres que callan el miedo y quieren tirar la toalla. De las acosadas, perseguidas, violadas y asesinadas. De lassintecho. También de las abuelas que sostienen el orden, y de las trabajadoras que tendrían que afanarse 52 días más al año para cobrar lo mismo que sus compañeros. Pero, sobre todo, este 8 de marzo será el de nuestras hijas, porque en ellas prende la esperanza de la igualdad real, sin sucedáneos ni engañifas ni costillas de Adán. Para que logren vivir la igualdad como un bien cotidiano y no sólo en el día más violeta del año.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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