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Cicatrizados

Por 27 de junio de 2018 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Lucen sus músculos interna­cionales porque el Mundial se presta al espectáculo de cuerpos henchidos y miradas pi­cudas, como la del portero iraní –antiguo pastor y exhomeless– que detiene el ­balón igual que si le plantara cara al lobo que quiere esquilmar a las ovejas. Son campeones del primer mundo pero también de estados en bolas, con déficits económicos y humanitarios; héroes ­populares en países ávidos de pegamento emocional, agitadores de nervio, transmisores del sopor opiáceo de la contienda.
Estos dandis de pelo pincho a bordo de un Ferrari, hombretones custodiados por sus mujeres pintureras, de cintura estrecha y pecho torneado, estandartes de un modelo de vida que combina la disciplina y el rigor del entrenamiento con la dolce vita instagrameada, representan la envidia de una afición capaz de enmudecer ciudades durante un partido. Ni una sombra en la calle, tráfico fluido, y un desentendimiento de la vida en minúsculas a partir de las ocho de la tarde. Pero lo más asombroso es el grado de identificación que consiguen con el espectador, quien en verdad siente que esas criaturas excepcionales juegan para él.
Sus cuerpos suelen estar tuneados, a veces surcados de cicatrices. Y en la modificación se inscribe también su atractivo. Diversas culturas han utilizado durante siglos la técnica de la escarificación –del latín tardío scarificare: “hacer incisiones en el cuerpo”–, una alteración corporal extrema hecha bien por tradición (para recordar a los antepasados e identificarse con ellos), bien por cuestiones simbólicas relacionadas con ritos y celebraciones. En algunos pueblos africanos las mujeres la consideran un elemento que reafirma su atractivo, mientras que en los hombres muestra fortaleza y resistencia.
Existe un abismo entre la cicatriz del héroe y la del malvado. El cine ha dejado bien claro cómo subrayar la naturaleza del tipo temible, desde el Frankenstein de Boris Karloff a Darth Vader, pasando por decenas de gángsters, el sanguinario jefe indio Cicatriz de Centauros del desierto, los villanos más memorables de 007, el Joker de la saga Batman y hasta el cruel Scar de El rey león. En cambio, Harry Potter luce una cicatriz iniciática que simboliza el desafío y la fortaleza del débil frente al poderoso espíritu del mal.
Observo a estos hombres que se agarran la cintura con ahínco, que se patean, caen, se cubren la cara, y se recuperan mi­lagrosamente. Pasan de cojear a correr exhalando sus señales de guerra: pieles tatuadas, barbas o penachos, cicatrices en el menisco o en las cejas, clavos ­ardientes dentro de sus huesos… Les basta un segundo de inspiración para pasar de malos a buenos, de lobos a corderos sacrificados.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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