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Café, copa y puro

Por 20 de septiembre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Fueron muchas cartas de menú del día las que sucedieron durante mis tiempos juveniles, tras el bocadillo de tortilla de los años del instituto. Venían plastificadas, aceitosas, y en el mejor de los casos te la cantaban. Tener un trabajo traía implícito comer fuera de casa y poder pagarse un almuerzo. Pimientos rellenos, lentejas estofadas con chorizo, osobuco al horno, tortilla a la campesina… nombres de platos que hoy suenan antiguos y que saciaban unos estómagos que aún no conocían la gastritis ni la hernia de hiato. Pero, sobre todo, que conseguían detener la jornada, paralizarla durante dos y hasta tres horas, un lapsus mayor que cualquier rezo, y lo sobrellevábamos sin lastre alguno. Entonces la hora de comer era sagrada y despaciosa. Se almorzaba sobre un mantel de cuadros con los compañeros de trabajo o amigos, incluso había tiempo para alguna cita galante, aunque en esa hendidura de tiempo se iba también al gimnasio, al tinte, a depilarse o a leer poemas al parque.
Después llegaron los ticket-comida, que restringían el libre albedrío, y se catapultó el formato denominado “comida de trabajo”, ese invento para hacer dos cosas a la vez, como si en un restaurante se alcanzaran más acuerdos que en una sala de reuniones. No sé bien cuándo ocurrió, si fue con la llegada de los teléfonos inteligentes y su hiperconectividad, pero el tiempo se estrechó y dejaron de caber las cosas en sesenta minutos. Salir a comer casi no compensaba, contando con la acidez y el olor a fritanga. Estalló la crisis, y lo primero que hicieron los españoles fue lo que los yanquis llevan haciendo en sus oficinas desde <em>El apartamento</em>: llevar el táper al trabajo. Con afán de gourmet, de nutricionista o de simple esnob, el bombardeo visual de platos nunca había sido mayor en la redes, por mucho que sus usuarios, de lunes a viernes, difícilmente puedan arañar una hora para salir a comer. En el 2013 –aún en el ojo del huracán de la crisis– el 72% de los trabajadores españoles iba habitualmente a comer fuera de la oficina, según el barómetro FOOD (Fighting Obesity through Offer and Demand). Cuatro años después, un 33% comein situ alimentos que ha preparado en casa. Ya nadie aguanta los tres martinis antes del almuerzo inmortalizados por Hollywood. Algunos intentaron sustituir el llamado power lunch por el desayuno de trabajo, pero no acabó de cuajar: la primera hora del día es arriesgada para socializar. “Almuerzo ligero y cena temprana”, impone el código contemporáneo, tan sólo desafiado por las cien familias que mandan en España y que siguen fieles a la tradición de café, copa y puro, cuya sola enumeración evoca un largo bostezo, también de los de antes.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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