
Jesús Ferrero
Ahora lo sabemos finalmente: un grupo de historiadores y antropólogos orientales y occidentales han descubierto que tras los guerreros chinos de la tumba del primer emperador, Qin Shi Huang, se hallan las proporciones griegas, trasladadas directamente a las urbes de las rutas comerciales por Alejandro Magno. Algunas de esas rutas tenían su origen en China, y las novedades que circulaban por ellas podían llegar con cierta velocidad al Imperio del Medio.
Queda desvelado el misterio de por qué los chinos pasaron de una escultura tosca y totémica, como era la estatuaria china en tiempos del primer emperador, a una imagen del hombre habitada por las proporciones clásicas y tremendamente figurativa y realista.
Algunos artistas de la China del Norte captaron pronto el mensaje que habían trasportado hasta extremo oriente los escultores que acompañaban a Alejandro Magno, y lo hicieron suyo de inmediato.
He aquí un buen ejemplo de cómo las culturas son sistemas abiertos además de ser vasos comunicantes.
Asombra pensar que de no haber sido Alejandro un monarca tan abierto, y de no haber llevado a cabo su travesía hasta el Indo, ahora no veríamos esos guerreros tan enigmáticos, tan serios, tan vivos. El helenismo deslizándose en el sepulcro del primer emperador de los chinos. Occidente penetrando estéticamente en Oriente, y no en cualquier sitio: en el sepulcro del Hijo del Cielo.
Se trata de uno de esos milagros que cuando se producen te reconcilian súbitamente con el género humano.