
Jesús Ferrero
Amable ironía la de Pierre Assouline y al mismo tiempo demoledora para con las falsas verdades y los argumentos trucados y perversos, a los que tan proclives somos los ibéricos.
Recuerdo su novela Lutetia, memoria de París en sus épocas más dudosas y conflictivas a través del vigilante de uno de los hoteles más míticos de Paris. Después me acerqué a Golem, la trepidante historia de un fugitivo al que le han alterado trágicamente el alma: un viaje al fin de la noche, pero de otra manera, y siempre con esa ironía incesante, cervantina, que caracteriza toda la obra de Assouline, incluidos los artículos de su blog LA RÉPUBLIQUE (des livres).
Pero el libro que más puede interesar a los españoles es sin duda Retour à Séfarad, una novela familiar rigurosamente insólita, y que podría servir de modelo para plantearse novelas familiares que huyen de la convencionalidad y se atreven a abarcar, con agilidad y velocidad, grandes períodos de la historia, sin que la empresa adquiera el aire pesado, estúpido y grave que caracteriza tantas y tantas sagas familiares.
Se trata de un libro de lectura dolorosa y a la vez saludable por la imagen agridulce que proyecta de España. Mirarse en el espejo que propone Assouline es un ejercicio terapéutico y una inmersión en el mito, a la par traslúcido y sombrío, del eterno retorno.
De pronto lo familiar resulta desconcertante, gracias a la mirada, amable y a la vez desmitificadora, de Pierre Assouline. De pronto España se convierte en la morada de la extrañeza.
Assouline nos invita a apreciar la humildad del pasado, avasallado por la arrogante prepotencia del presente, a la vez que nos obliga a considerar la crueldad de la historia y el dolor sin límites que provocan los fanatismos, las exclusiones, las abominaciones.
Me he detenido especialmente en un párrafo donde Assouline dice: Au fond, ce qu’il a de bien avec les Espagnols, lorsque on est tout prêt à les aimer, s’est qu’on ne risque pas de cristalliser. À peine se prend-on de passion pour sa singularité, que le contre-modèle se manifeste et vient pondérer le jugement. Traducido al español: En el fondo, lo mejor de los españoles, cuando uno está dispuesto a quererlos, es que no corremos el riego de que ese amor cristalice. Apenas uno es consciente del afecto provocado por su singularidad, cuando surge el contramodelo que pondera nuestro juicio. Dicho con otras palabras: toda vez que sientes afección hacia España, ciertos detalles, ciertos comportamientos, ciertas ideologías, ciertas vilezas incalificables rebajan tu amor, lo ponderan, lo equilibran, lo dejan en su justa frontera entre la luz y la sombra.
Coda lírica:
En tardes luminosas o en tardes grises
o en tardes que arrastraban las horas
como pesadas cargas,
he querido amar esta tierra terrible,
y ya estaba dispuesto a hacerlo
con la mejor disposición del alma
cuando de pronto los monstruos
de antes y de ahora
me prohibían abrir los brazos y cerrar los ojos.
Mas a veces, en medio del desasosiego
y el deseo de encerrarme
en mis cuarteles de invierno,
el abrazo de los amigos, sus palabras,
y hasta sus gritos
me indicaban que la noche está llena de estrellas.
Bajo su amparo se rozan las copas y los cuerpos,
los deseos y los sueños,
y uno se entrega sin miedo al furor de vivir.
Assouline lo sabe y lo acepta y lo padece,
y de nuevo vuelve a donde tiene que volver.
Ya lo decía Gil de Biedma:
“Siempre se obstina en ser dulce,
en merecer ser vivida
de alguna manera mínima
la vida en nuestro país.”