
Jesús Ferrero
Los narradores que mienten mucho son muy detallistas. ¿Siempre? No, a veces en lugar de cultivar el detalle optan por la abstracción.
Toda mentira es una narración en la que estamos falseando los hechos, y para que la mentira sea efectiva la narración tiene que ser convincente. Solo hay dos maneras de recorrer con mayor o menor pericia ese camino: o bien deteniéndose en los detalles para dar a entender que lo que estamos contando ha sido exhaustivamente vivido; o bien renunciando a los detalles para dar a entender que estamos hablando de una experiencia muy asimilada por nuestra conciencia y que puede ser narrada de forma concisa y abstracta.
Borges era partidario de recurrir a los detalles, pero tenían que ser siempre muy significativos y en consecuencia muy estratégicos. Entre nosotros abundan los autores detallistas hasta la extenuación y los que prefieren la concreción y la abstracción. Los primeros aspiran a que el lector viva la novela, los segundos pretenden que el lector la piense.
En ambas tendencias ha habido grandes autores: Flaubert, Zola y Proust son muy detallistas; en cambio Valery es muy abstracto y cristalino.
Mi estilo ideal estaría en la frontera entre el detallismo y la abstracción.