
Jesús Ferrero
"Los perros no ven con buenos ojos la locura y la temen tanto como los humanos", dije en Las Abismales, y añado ahora, completando aquel pensamiento:
Los perros saben que un amo loco es imprevisible y una fuente terrible de incertidumbre.
Los perros saben mejor que nosotros que los abismos mentales son un pozo sin fondo.
De niño conocí a perros profundamente traumatizados, profundamente desconcertados, profundamente resignados, y en los peores caos, profundamente locos. Pero sobre todo conocí a perros que habían desarrollado una intuición asombrosa para detectar los desequilibrios mentales de las personas.
Huían de la locura como alma que lleva el diablo, y sabían que la locura humana era para ellos más peligrosa que el hambre, la soledad, y todas las formas de la miseria y el abandono.
También conocí a un psiquiatra que se hacía acompañar por un can. No bromeo: era su ayudante fundamental, porque sabía detectar la verdadera profundidad de la locura.
Curiosamente el mejor psiquiatra y psicoanalista francés se llamaba Lacan: "la can". Buen nombre para un analista, es decir, para un sabueso.