
Jesús Ferrero
¿Está triunfando la glorificación de la violencia que planea por toda la obra del marqués de Sade?, cabe preguntarse. No son pocos los que tienden a pensar que el binomio víctima/verdugo está presente en la naturaleza. Los reportajes televisivos sobre la vida salvaje abusan de las secuencias en las que un animal parece hacer de víctima y otro de verdugo, pero la etología moderna ha demostrado que es una falacia atribuirle a los animales tendencias humanas. A menudo esos reportajes, muchos de ellos americanos, solo sirven para justificar la despiadada violencia humana; pero como dicen los etólogos, los animales economizan mucho la violencia, solo matan para alimentarse y lo hacen siempre de forma efectiva y rápida.
La violencia barroca, exhaustiva y sádica es una invención humana: es nuestra enfermedad. Hablar de víctimas y verdugos en el reino animal es caer en el antropomorfismo más falaz. Ese antropomorfismo se ve ya muy claro en el poema de Sade La verdad, donde atribuye a la naturaleza la misma violencia desmedida que vemos en sus novelas y en sus panfletos.
Konrad Lorenz, padre de la etología moderna, vio con claridad meridiana dos clases de violencia: la animal, ajustada y austera como ya dijimos, y la humana, sobre la vque no podemos decir lo mismo, ya que en muchos casos no aspira a generar miedo, aspira a generar terror, que sería el miedo elevado a la enésima potencia. El miedo puede producir agitación, temblor, aceleración de los pies y el corazón, pero el terror paraliza y nos deja sin voz.
El terror es la abolición de la palabra.