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La «Trilogía documental» de Vicente Molina Foix

Por 14 de octubre de 2024 octubre 15th, 2024 Sin comentarios

Editorial Anagrama

Jesús Ferrero

1

Hacía tiempo quería hablar de la Trilogía documental de Vicente Molina Foix y lo voy a hacer ahora, que acabo de leer la tercera novela del tríptico. Utilizaré algunas notas que he ido tomando a lo largo de la lectura, evitando las que eran meramente anecdóticas o se referían a aspectos muy parciales de las novelas.

Empiezo por la primera: El abrecartas. Se trata de una novela muy lograda además de difícil, por la variedad de registros que se articulan con esa fluidez propia del gran estilo. Todo en ella son cartas que se entrelazan, que difieren, que coinciden, que se combaten y finalmente se apagan, para volver a arder y volver a apagarse siguiendo una oscilación muy pensada pero que resulta mágica y envolvente. El abrecartas abarca un largo período que va desde los años veinte a los años ochenta del siglo pasado. Al principio el relato parece un mosaico desquiciado pero poco a poco vamos advirtiendo las conexiones que acabarán formando un todo, a lo largo de un viaje material y espiritual que pasa por Granada, la Granada de Lorca, México, Barcelona, Valencia, Marruecos, Montevideo, y Alicante, donde entrevemos el rastro de la familia del autor, de los que le antecedieron en el tiempo … Dentro del mosaico de personajes en el que destacan los autores de la generación del 27, vemos deslizarse la sombra del siniestro Fonseca, que deja una huella especial en el lector. Se trata de un personaje nunca del todo desenmascarado, como si hubiese sesgos del mal de naturaleza incomunicable y tan reales que parecen fuera de la realidad. Los sentimientos y las ideas que circulan por las cartas, a veces de una intimidad sofocante, a veces más fáciles de llevar, dan una idea esférica del mundo, crean, desde el mismo desgarro, una cierta redondez que me agrada especialmente. También puede verse como una obra musical: sería una sinfonía con ciertos elementos voluntariamente atonales y coros conformados por voces que a veces se conjugan, a veces se combaten, y van construyendo, capítulo a capítulo, lo que Proust llamaba el “inmenso edificio del pasado.”

El abrecartas abre las puertas a la trilogía y la dota de profundas raíces en la historia. En las tres novelas predomina el género epistolar, al que Molina Foix le ha dado un nuevo aliento, tan brillante como eficaz, tan eficaz como esclarecedor, para asombro de los lectores del presente.

2

El joven sin alma es la segunda novela del tríptico y hace además de fondo existencial a la primera y la tercera novela, pues en ella vemos al joven que fundamentó, con su crecimiento, tanto el relato que le precede como al que le sucede. En El joven sin alma asistimos a los encuentros y desencuentros del núcleo duro de los Novísimos: Gimferrer, Carnero, Terence Moix, Ana María Moix, Leopoldo María Panero y el mismo Vicente. Los vemos, los escuchamos a través de una prosa variada, elástica, comunicativa, que al final te deja casi sin respiración, cuando notamos el aliento de Ana María Moix, que derrama su alma a borbotones de luz y de niebla. Se necesitaba una novela que contase la intrahistoria de los Novísimos, apoyándose además en un estilo consistente, que nos permite sentir el aliento vital de dos almas desdichadas: Ana María Moix y Leopoldo María Panero, que navegan como barcos a contracorriente entre sombras, alimañas, y sentimientos que naufragan y en los que vemos un boquete abierto hacia la locura. Y todo ello narrado con una ecuanimidad y una elegancia bien raras en nuestra letras, a través de un narrador que se desdobla, estableciendo un nuevo juego de espejos que se complementa con los laberintos igualmente especulares de las dos novelas anteriores. Lo más poderoso de El joven sin alma es esa dialéctica infernal que describe, cuando los sentimientos no coinciden con los deseos y el alma con el cuerpo, cuando el amor no brota donde tendría que brotar y una realidad misteriosa se impone al deseo, y en cierto modo lo mata, creando enormes tragedias subterráneas.

Observamos tanto en esta novela como en la siguiente el deseo de algunos personajes en vincular a los Novísimos con la generación del 27, pasando por encima del miasma gris de nuestra larga, muy larga posguerra. Tan larga que parecía la historia de la eternidad. Era una tentación saltársela y tanto entonces como ahora yo les daba la razón a los Novísimos y como lector me iba alejando del realismo social, que Benet consideraba “tabernario”.

3

El invitado amargo, cierra la trilogía. Se trata de una narración dual en la que intervienen dos autores, Vicente Molina Foix y Luis Cremades: entre los dos van trazando el relato de una relación compleja y apasionante, con sus luces cenitales y su oscuridad manifiesta, y que atañe a lo incomunicable. Lo asombroso es que El invitado amargo cierre una trilogía tan personal como única, sirviéndose de otro autor: Luis Cremades, que hasta entonces no tenía demasiada experiencia como prosista pero que acierta plenamente. La generosidad de Molina Foix es evidente, y también lo arriesgado de su apuesta: confiar en alguien que hasta entonces había sido únicamente un poeta. La jugada salió redonda, y entre las dos voces conforman una sonata alucinante. Juraría que es algo que nadie ha hecho jamás, y que redunda en la originalidad profunda de la trilogía. Ya dije en una ocasión que El invitado amargo es, sin la menor duda, la mejor novela dual que he leído en mi vida, donde podemos adentrarnos en los laberintos de dos seres que se cruzan, luchan y establecen un pensamiento realmente dialéctico con dos polos en litigio, que convergen gracias a la escritura, y gracias a la memoria que la fecunda y la sustenta.

Pensaba Platón que la amistad y el amor tenían que ser alianzas emocionales para llegar a una verdad común, por encima incluso de la complicidad en los deleites de la carne y en las asechanzas del deseo. La novela El invitado amargo de Vicente Molina Foix y Luis Cremades es para mí la materialización más poderosa y esclarecedora de ese hermoso proyecto filosófico, pues a través de su relato dual, donde cada autor va tejiendo sus capítulos de forma alterna, se va construyendo una sorprendente verdad común (la novela en sí), en la que se mantiene el suspense que poseyó a los autores y que pasa directamente al lector, pues ha de advertirse que Vicente y Luis fueron escribiendo la novela como una sucesión de “epístolas” donde el capítulo de Vicente era respondido por el de Luis, y el de Luis por el de Vicente. Ninguna de los dos sabía de antemano lo que iba a escribir el otro, por eso el libro se convierte en una exploración del ser de cada uno y en un desentrañamiento del papel que representaron en el tejido amoroso que los conjugó y que en cierto modo los hermanó para siempre. La novela está tan bien configurada y tan honestamente tramada, que no tiene precedentes en nuestra literatura, o al menos yo no los he encontrado.

Acerca de esta gran aventura literaria, que lo tuvo ocupado unos diez años, Vicente Molina Foix dijo: “Ya no más documentos. No más falsa realidad, falsa historia mezclada con la verdad. No más ficción del yo. Estas tres novelas me han dado la imagen de mí mismo que necesitaba.” J.F.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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