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La cabeza de Muranu (1) Sé dónde está la cabeza de Murnau

Por 16 de julio de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

En mi última época de París estuve explorando los círculos ocultistas. Conocí a individuos que se hacían llamar Nabucodonosor o a individuas que decían llamarse Betsabé. Magos y magas que circulaban por salones penumbrosos recitando jaculatorias mántricas. Una noche, un hombre me dijo que le gustaría mucho tener en su casa la calavera de Édith Piaf, reina de Francia.

-¿A usted no? -me preguntó.

-Bueno -respondí-, a mi me encantaría tener sobre mi mesa la calavera de Murnau.

Se lo dije en broma (o al menos eso creí), pero él se lo tomó con absoluta seriedad y hasta me susurró al oído que conocía un operario del cementerio de Stahnsdorf que quizá podía hacer algo por mí.

Ahora la prensa proclama que han robado la calavera de mi admirado Murnau. Lo sé, nadie lo sabe mejor que yo. La calavera de Murnau es tan deseada como la del marqués de Sade, y los que hayan visto la película de Merhige La sombra del vampiro no dudarán de lo que estoy diciendo, por la sencilla razón de que Murnau era un cráneo privilegiado en el peor y en el mejor de los sentidos.

Ya se han hecho muchas cábalas acerca de tan pintoresca desaparición. Os diré la verdad: se trata, una vez más, de un acto de fetichismo, sin olvidar que el fetichismo suele estar a menudo ligado al mundo de los amuletos y los talismanes.

Siendo adolescente, conocí en Pamplona a un poeta que tenía sobre su mesa la calavera de su madre. Decía que le daba fuerza, que le inspiraba, y que gracias a ella estaba escribiendo versos memorables.

Entiendo a algunos profanadores de tumbas. He sido uno de ellos. Sí, acabo de confesarlo. He pasado tres días en Alemania, acosado por terribles obsesiones, y me he acercado al cementerio de Stahnsdorf.

 

¡Finalmente tengo sobre mi mesa de trabajo la calavera de mi adorado Murnau! La beso continuamente mientras siento que mi mente se va llenado de deliciosas monstruosidades.

 (Continuará)

 

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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