Jean-François Fogel
Estaba en Miami el miércoles pasado, es decir, antes de la cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, y ya se podía escuchar en las radios consejos sobre la manera de viajar a Cuba (el nivel altísimo de los precios, la existencia de dos monedas, el peso y el peso convertible, la seguridad en la calle, etc.). Es cierto, los cubanos de EE. UU. lo van a tener más fácil en el momento de viajar a Cuba. Pero este alivio no se puede confundir con un acercamiento rápido y hondo entre los dos países. Andrés Oppenheimer, el analista del Miami Herald, expresa sus dudas en la edición del domingo sobre la voluntad cubana de acercarse a su vecino del norte. Y parece que los propios cubanos comparten su actitud cautelosa.
Si miramos al sitio de Juventud Rebelde, el único diario cubano que sale el domingo en Cuba, vemos que el análisis del evento viene con una fotografía de Chávez regalándole al presidente Barack Obama una copia de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. El libro se publicó en 1971. Corresponde al análisis clásico, en su época, de que la culpa de todas las dificultades del continente la tienen los de afuera. La revolución cubana y Chávez, su suministrador de petróleo, parecen viejísimos frente a Obama, y estancados en el pasado cuando hay que responder a la pregunta ¿y ahora qué?