Jean-François Fogel
La revista Encuentro de la cultura cubana llega a su número 50. No son 50 números, pues hubo números dobles, pero son 12 años de una presencia clave para todos los que viven pensando en Cuba. Al desaparecer, Jesús Díaz dejo una herencia bien cuidada por sus sucesores Manuel Díaz Martínez Y Antonio José Ponte, sin olvidar a Annabelle Rodríguez que asume la dirección ejecutiva.
Ya hablé varias veces en términos muy positivos de una revista cuyo contenido no comparto siempre pero tengo que reconocer que la revista es "el espacio abierto al examen de la realidad nacional" que buscaba construir Jesús Díaz. Es la casa de todos los que aman a Cuba y consiguió además ampliar muy bien aquella casa para ofrecer un sitio. Pero de verdad, lo que me apetece es la revista. La cita que uno tiene con Cuba al encontrar un paquete en su buzón sabiendo que le esperan horas (314 páginas para este último número) de un baño en la "cubanidad".
En el número 50, la entrevista con Paquito d’Rivera es una fuente de energía que justifica por sí misma la lectura, pero no se puede eludir el informe sobre "La Habana por hacer". ¿Qué se puede hacer con un barco suntuoso y medio hundido? Diez arquitectos contestan y, al leer sus respuestas sabemos, como siempre, que Encuentro toca los temas concretos, abre los debates que duelen a todos (unas respuestas hablan de una ciudad irrecuperable).
Otro informe sobre la gestión de los huracanes por las autoridades es imprescindible y no lo voy a contar pero es necesario observar que a su manera, lenta, metódica, aferrada a la calidad, Encuentro responde a muchas de las dudas de la prensa con relación a la utilización del papel impreso. Necesito a esta revista pues me ayuda a entender lo que el bombardeo de los fragmentos de información en la Red me esconde: una visión de conjunto, una sinopsis de la marcha de la Historia, marcha trágica en el caso cubano.