Jean-François Fogel
Hoy, jueves 15 de marzo del 2007, el texto llena más de la mitad de la página dos de Le Monde des livres, el suplemento literario del diario Le Monde. Es un manifiesto como otros tantos en Francia durante la campaña para la elección presidencial. Pero su tema es la literatura. 44 escritores piden a gritos una “literatura-mundo” en francés .
Entre los firmantes: Tahar Ben Jelloun, Nancy Huston, Alain Mabanckou, Edouard Glissant, JMG Le Clézio, Gilles Lapouge, Eric Orsenna, Patrick Rambaud. Muchos escritores con premios y un alto nivel de éxito comercial. Todos anuncian la muerte de la “francophonie” (el espacio conformado por los países de habla francesa). Y no hay necesidad de dar el pésame: “nadie habla el francophone, ni escribe el francophone” dice el texto que da un brindis a “la emergencia de una literatura-mundo en idioma francés, afirmada de manera consciente, abierta al mundo, transnacional…”
Este año, en Francia, los ganadores de los grandes premios literarios (Goncourt, Renaudot, Femina, Grand prix du roman de l’Académie française) son escritores que no tienen la nacionalidad francesa o que nacieron fuera de la “metropoli” francesa, es decir, la parte del territorio que está en el extremo oeste de Europa. Ahora, observan los firmantes del manifiesto, “el centro está en cada esquina del mundo”. Lógicamente, piden “la ruptura del vínculo carnal exclusivo entre la nación y el idioma que expresa su genio singular”. Según ellos, el “pacto colonial” ya está roto, y viene el tiempo de los que se expresan en francés y hablan del mundo, sobre todo artistas del Caribe y de África.
Por una parte, hay algo cómico en este manifiesto para una visión más amplia de la literatura en francés, pues utiliza como demostración el auge de los autores de Asia y de África en la literatura inglesa. El único novelista cuya prosa es citada entre comillas es el inglés Bruce Chatwin. Se dice maravillas de Kazuo Ishiguro, Ben Okri, Hanif Kureishi, Michael Ondaatje, Salman Rushdie, todos escritores en idioma inglés. Se habla de un canadiense, Réjean Ducharme, y de un suizo, Nicolas Bouvier, y no se cita a un solo autor que dé prueba de lo que afirma el texto (se supone que son los firmantes). Por otra parte, hay algo útil en la voluntad de promover el uso de la ficción para hablar del mundo y no sólo de Francia.
Este manifiesto es la versión literaria, llena de torpeza, de un debate intenso en este momento. Con el tema de la inmigración, se habla mucho en Francia del concepto de nación. Nicolas Sarkozy, candidato de derecha a la presidencia, propone la creación de un “Ministerio de la inmigración y de la identidad nacional”. El resto de los candidatos denuncia la propuesta como un acto racista. Pero entre los intelectuales, más allá de la literatura, la pregunta sobre lo que es Francia provoca debates fuertes. El diario Le Figaro publica hoy un diálogo entre el ensayista Alain Finkielkraut y el historiador Max Gallo. El primero publica un libro titulado ¿Qué es Francia? El segundo publica El alma de Francia. El manifiesto da una repuesta para ambos: ser un escritor francés es escribir en francés sobre el resto del mundo sin necesidad de perder su alma.