Jean-François Fogel
La mulata -rostro alegre y sonrisa de sol- mira las perlas negras que las primeras gotas del aguacero pintan sobre el asfalto de la calle Cochera de Hobo en Cartagena de las Indias (Colombia) y me dice: “ya está serenando”. Está serenando, del verbo serenar, es decir que caen gotas sin que su caída se pueda calificar de lluvia. Primera cosa que aprendí al pasar por la ciudad colonial y que ignora mi Diccionario del Español Actual (Aguilar).
La segunda cosa que aprendí se encuentra en un enorme volumen que recopila las Actas de la 37.ª Conferencia Anual de la Asociación de Historiadores del Caribe que se celebró en Cartagena, en mayo de 2005. Es un libro publicado por el Museo Nacional de Colombia y que habla del Caribe de los costeños. Artículos sabios, enfoques científicos, pero algo simpático, coloquial, que puede describirse en una sola palabra: chévere. Dos textos tratan de literatura y, por supuesto, de Gabriel García Márquez. Ariel Castillo Mier, un investigador de la Universidad del Atlántico, hace un trabajo de reubicación al describir, en un texto titulado "De Juan José Nieto al premio Nobel: la literatura del Caribe colombiano en las letras nacionales, una implacable cadena cronológica". Nieto (1804 – 1866), fundador de la novela histórica, no es más que el primero en una lista. Después de un despliegue de más de veinte apellidos aparece el autor de Cien años de soledad que, dice el autor, pone “el punto final a todos los temas caros al ruralismo al integrar la tradición clásica del realismo que nutre la novela de la tierra y la novela de protesta social con la cultura originaria regional…”. Después de “Gabo”, sigue la lista de escritores que imponen el Caribe al resto de Colombia: Fanny Buitrago, Alberto Sierra, Germán Espinosa, Jairo Mercado, Roberto Burgos Cantor, Marvel Moreno, Ramón Bacca, Giovanni Quessep, Álvaro Miranda, Raúl Gómez Martín, Jaime Manrique.
El otro texto es una obra póstuma: el poeta Jorge García Usta murió antes de leer en la conferencia su análisis de "Los ‘bárbaros’ costeños y la modernización de las letras nacionales", que también asevera la pertenencia de García Márquez a una continuidad literaria. “No creo, afirma, que sea posible sostener la idea de una genialidad única y desenraizada”. La definición del “Gabo”, esta vez, es la de un “formidable sintetizador de la irrupción de un mundo cultural, el del Caribe colombiano”, cuyo rasgo mayor sería “la abrumadora torrencialidad de la oralidad regional”.
La tercera cosa que aprendí va más allá del Caribe y se encuentra en el mismo volumen en un artículo titulado “Y me citaron por muchos años más”: el modelo interpretativo de Gerardo Reichel-Dolmatoff y la antropología de la Sierra Nevada”. Su autor es Carlos Alberto Uribe Tobón, antropólogo en la Universidad de los Andes. No se puede entender sin unos datos: Reichel-Dolmatoff, que murió hace diez años, es una figura ineludible en la antropología colombiana. Realizó un trabajo sobre los kogi, un pueblo indígena de la sierra nevada de Santa Marta, la montaña costera más alta del mundo (5775 metros). Uribe relee dos textos de Reichel-Dolmatoff sobre los kogi. En 1947: “Aunque los indios de la Sierra Nevada (…) han sabido adaptar admirablemente su sistema económico a las condiciones difíciles de su actual territorio, la escasez alimenticia constituye para ellos el centro de graves tensiones sociales.” En 1990: “los kogi practican una economía de rendimiento sostenible dentro de la capacidad de carga de su ambiente (…) siempre hay algún lugar donde pueda encontrarse comida”. Como los kogi no cambiaron, es la mirada del profesional reconocido que se modificó. Uribe no cree posible dar una explicación pero hace una sugerencia: hubo una necesidad, en una Colombia trastornada por sus conflictos, de “ver a la sociedad indígena serrana como una sociedad pacífica y de rendimiento sostenibles, en oposición a la sociedad colombiana como una sociedad violenta y al borde de su autodestrucción”. En otras palabras: en Colombia, la violencia destruyó hasta el rigor de la observación científica.