Jean-François Fogel
Es la necrológica menos esperada: un asesinato post-mortem del dictador chileno que murió la semana pasada, en The Weekly Standard, el semanal de los neoconservadores de Washington cercanos a Bush. La revista pide a sus lectores ahorrar sus lágrimas y utilizarlas para otro muerto. «Chile consiguió su éxito a pesar de él» dice el subtítulo del artículo firmado por John Londregan, profesor de la Universidad de Princeton y gran conocedor de Chile.
La celebración de los mercados es una mera herramienta pinochetista en el momento de esconder los paredones, afirma el artículo. La brutalidad de Pinochet no tenía nada que ver con las necesidades de la economía, añade el texto que recuerda los errores de la junta militar: una moneda sobrevalorada y la extraña decisión de convertir las deudas privadas en deuda pública. Fue un regalo para ciertos amigos del dictador.
De manera global, el gobierno de Pinochet, en su voluntad de privatizar, permitió una corrupción cuyo tamaño completo queda por descubrir. Lo que provoca la rabia de Londregan es la aceptación ahora, hasta en la Rusia de Putin, de que las ideas económicas de Pinochet eran buenas y punto. Eran buenas, sí, dice el profesor, pero por razones equivocadas. Los alemanes nunca celebraron a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial por tener autopistas y el carro VolksWagen. Los nazis fueron una catástrofe para Alemania. De la misma manera, en Chile «nada justifica los crímenes cometidos» por Pinochet, ni su política económica.
Me encanta leer esto. No sé si tiene que ver con la posición muy débil de Bush en Washington. Por lo menos, sus amigos ideológicos, se ubican un poco mejor.
Última nota: a los que están dispuestos a leer otro artículo sobre Chile recomiendo una excelente encuesta sobre el papel creciente de las mujeres en el país de la presidenta Bachelet. Lo firma una editora, Lorn Scott Fox, en The London Review of Books. No la conozco pero obviamente sabe de qué habla.