Jean-François Fogel
Al pasar por Lima compré un "reprint" de la famosa antología que publicaron Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges en 1926. Ya conocía la historia de este Índice de la nueva poesía americana, sé que fue sobre todo obra de Hidalgo, que cada uno de los autores escribió un prólogo distinto y se pelearon enseguida, y que es imposible conseguir un ejemplar (parece que fue una tirada de quinientos ejemplares y que no más de cien llegaron a la calle).
Lo único que me faltaba era lo principal: tener el libro en la mano para vivir un momento de placer sorprendente: se lee muy bien, lo que era un panfleto modernista configurado para otros tiempos. El "reprint" es obra de Sur Librería Anticuaría, que parece ser el brazo, dedicado al pasado y a los libros usados de la librería El Virrey (una joya) en el paseo Miguel Dasso de Lima. Saqué una foto de la librería, y vemos a su lado a Sur, pegado, como para no desprenderse de la herencia literaria.
En este caso la herencia es un libro de trescientas páginas con poemas de unos sesenta autores, muchos de ellos olvidados. En su prólogo Hidalgo cita al francés Louis Aragón para escribir: "…toda antología es una obra de conciliación. Ésta viene a desmentirlo." Como es Hidalgo (provocador y atrevido) reparte también bofetadas por todas partes. Acepta la posible (según él) anexión de México a EE. UU., la de Uruguay a Argentina, quita Bolivia de su antología por una razón sencilla: "no me he encontrado con sus costas" y por fin justifica la ausencia de los poetas de Paraguay donde "no se conoce ni de oídas la palabra arte".
Ahora bien, más allá de las provocaciones de su autor principal, ¿cuáles son las sensaciones entregadas por el libro? Para mí, son obvias: la lectura con ochenta años de distancia pinta un panorama muy fácil de entender.
1.Se nota que para muchos poetas, el rubendarismo fue un obstáculo mayor en esta época para encontrar una voz. Rubén Darío es a la vez el maestro y el padre que hay que matar.
2.El papel de Francia y sobre todo de París, como fuente de inspiración es obvio. Hidalgo cita a Aragón, pero también a Paul Morand. Vicente Huidobro es un poeta muy marcado por Apollinaire y su manera de jugar con la tipografía. Muchos poetas hablan de un París art nouveau abierto a las rupturas. El chileno Moraga Bustamante entrega un paradigma de esta visión con su poema "Jazz-band":
En los aviones de oro
Del Jazz-band
Llega un París revolucionario
Ravel, Dukas y Debussy y
Cantan
En el tearoom de la decadencia.
3.De manera global, se trata de una poesía que tiene fe en el progreso tecnológico. Uno piensa en las pinturas de Léger, en ciertos poemas de Reverdy. Una manera ingenua de ser moderno es vivir el movimiento en una gran urbe o, mejor, la velocidad en un viaje. De hecho, es el tema mayor de la antología, con títulos muy directos Ferrocarril simplista (Luis de la Jara), Poema de los ascensores (Eduardo Gonzalez Lanusa), Estación (German List Arzubide), Poemas aéreos (Carlos Pellicer), Side-car (Juan Florit), Sensación de velocidad (Alberto Hidalgo).
4.Borges ya es Borges. Su prólogo sobre el idioma en los años veinte es una maravilla. "…El idioma se suelta. Los verbos intransitivos se hacen activos y el adjetivo sienta plaza de nombre. Medran el barbarismo, el neologismo, las palabras arcaicas. (…) nuestro idioma va adinerándose. No es de altos ríos soslayar la impureza, sino aceptarla y convertirla en su envión." Pero como es Borges, celebra en seguida el idioma del siglo XVII. Y, claro, toma el progreso con sumo cuidado, celebrando a Montevideo: "eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente".