Jean-François Fogel
No hay que explicar de qué manera un monumento grande lo tapa todo en un paisaje. El cuarto centenario de la publicación de la primera parte del “Quijote” lo demostró de manera sobresaliente. El año pasado, la obra de Cervantes aplastó toda la literatura que existe en España. En Francia, por ser un monumento más joven se tiene la sensación de que cada año es el aniversario de la publicación de La búsqueda del tiempo perdido de Marcel Proust, la obra que se nombra con un artículo y un sustantivo “la recherche”. Siempre hay algo nuevo, trascendental sobre “la recherche” y hay que volver a la obra maestra cuya interpretación y análisis no se acabará nunca.
Esta vez, es un profesor de la universidad de Boston, Daniel Karlin, que pone “la recherche” en la mesa de trabajo. Su libro Proust’s English (que publica Oxford University Press en Inglaterra) es algo tan inverosímil que es mi deber resumirlo aquí. Me parece muy poco probable que se traduzca al español un libro que comenta en inglés lo que la obra cumbre de la literatura francesa del siglo veinte dice en inglés. Hay 225 palabras inglesas en “La recherche”. Son testimonios de la afición por la cultura inglesa en Francia antes de la primera guerra mundial. Skating, season, meeting, dandy, spleen: la recopilación pinta una vida de ocio y de placeres. Muy por arriba se clasifica “snob” (que se utiliza 49 veces) y “snobismo” (41). Además, se saca del sustantivo un verbo: “snober” (ignorar a una persona con algo de desprecio social) que corresponde a una actividad muy proustiana.
“Proust’s english” es lo más snob que se puede escribir sobre “la recherche”, claro, pero desvela mucho más de lo que se espera cuando uno empieza su lectura. Proust no sabía inglés. Hay una frase en una carta suya en que lo reconoce, cuando explica de qué manera tradujo La Biblia de Amiens, el libro de Ruskin sobre las catedrales góticas del norte de Francia. “Je ne prétends pas savoir l’anglais, je prétends savoir Ruskin” (No pretendo conocer el inglés, pretendo conocer a Ruskin) explica Proust quien, a pesar de todo, hizo del inglés el segundo idioma de “la recherche”.
Karlin demuestra de manera muy convincente que Proust utiliza el inglés cuando su novela se acerca a sus preocupaciones sobre el arte o la sexualidad. Aún más: sus personajes solo hablan ingles para expresar el placer o la incomodidad. La cumbre de esa relectura anglosajona de “la recherche” es, en fin, el descubrimiento que se encuentra en una frase en inglés (no dos, una sola), y el hecho de que nadie podía inventar un producto tan puro del inconsciente de un maestro: “I don’t speak french” (No hablo francés). Aquella frase la dice el duque de Châtellerault para fingir no reconocer en un doméstico el compañero furtivo de su placer homosexual. My goodness, Marcel!