Jean-François Fogel
A veces soy un tonto completo. Escribo desde Francia, con un cierto interés por los libros y la literatura. Y acabo de enterarme que no hice nada sobre L’affaire Jourde (el caso Jourde). Tuve que leer un blog en el sitio de The Guardian para saber de mi tremendo fallo: no hice nada sobre el caso Jourde, un paradigma de la mala relación entre un novelista y sus personajes.
¿De qué se trata? De un autor, Pierre Jourde, buen novelista y excelente crítico literario con capacidad para generar polémica; y de una novela, Pays perdu (país perdido). La novela cuenta la vida de un pequeñísimo pueblo, más bien de una aldea en el centro de Francia. Los nombres, las identidades son inventadas, pero no fue difícil para unos habitantes de Lussaud, en el norte del Cantal, reconocer su tierra y ellos mismos en unas historias de siempre: traición sentimental, envidia, odio, hijo ilegítimo, borracheras, etc. La familia de Jourde viene de Lussaud. En su juventud, el autor pasó todas sus vacaciones en Lussaud y todavía lleva a sus propios hijos de vacaciones a Lussaud a la casa de su abuelo. O los llevaba después de sufrir una agresión por parte de varios habitantes insultándolos, según dijeron a la justicia, por el papel que le atribuye la novela.
El caso Jourde es la rebelión de personajes en contra del autor y la decisión definitiva de un tribunal explicando que la ficción no es la realidad, entonces que los que tiraron piedras a Jourde y su familia no podían justificar su acción por el papel que le atribuye el autor en su novela. Multas, indemnización y hasta cárcel: el caso provocó pasiones. En su blog hospedado en el sitio de Le Monde, el autor Pierre Assouline contó la historia antes de reconocer como más o menos “legítimos” los “sentimientos” de los personajes. Más tarde (después del proceso), Assouline encontró declaraciones de Jourde explicando que su novela no es una novela, sino la mera expresión de la realidad.
Lo interesante, si uno lee el francés, es seguir en otro blog, de la periodista de Le Monde Pascal Robert-Diard, el relato del proceso, es decir, la expresión, a veces silenciosa, de los personajes hablando del insoportable estatuto de personaje. ¿Cómo reacciona un tuerto al leer en una novela la historia de la pérdida de su ojo? Mal, muy mal y podemos entender que el novelista le quita su ojo otra vez con el relato. Más allá de la decisión de la justicia hay algo muy francés y muy de desprecio de la ciudad (la justicia es siempre de la ciudad) hacia el campo en el tratamiento que se ha dado a los personajes: tenían que callarse, según el juez. La justicia francesa ignora el viejo lema inglés: The Word is Mightier than the Sword (se hace más daño con una palabra que utilizando la espada). En el fondo, es un caso de desprecio a la literatura por parte de jueces franceses.