Jean-François Fogel
Un día que empieza con “Encuentro” en el buzón del correo es un día feliz. Este sábado fue un día feliz: recibí el número 37/38 de Encuentro de la cultura cubana. No se puede resumir cerca de cuatrocientas páginas editadas con cuidado y, como siempre, imprescindibles para los cubanófilos. Pero hay que destacar una serie fenomenal de gouaches sobre impresión foto-numérica dedicada a los ingenieros cubanos. Son pinturas/fotografías (no sé cómo se puede nombrar aquella técnica mixta) de dos arquitectos habaneros residentes en París: Teresa Ayuso y Juan Luis Morales. Muestran fábricas en ruinas que tienen la gracia surrealista de grandes barcos callados en el campo. Podrían ser un sueño de Delvaux, pero de verdad son hechos por Castro.
“Encuentro” trae también el primer (primero, pues supongo que habrá otros) adiós al hombre que tenía, según sus propias palabras, castroenteritis: Guillermo Cabrera Infante. Basta hojear los textos para descubrir una maravilla. Página 256, Enrico Mario Santí, profesor de estudios hispánicos en la universidad de Kentucky (Lexington) hace la entrega anticipada de parte de lo que será la introducción a una nueva edición de Tres tristes tigres. Como epígrafe reproduce tres versos del poeta griego Constantino Cafavis:
“No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas
calles. Y en los mismos barrios te harás viejo”.
Una nota añade que estos versos de La ciudad figuran en la Poesía completa que publicó Alianza editorial. Guillermo Cabrera Infante subrayó los versos en el ejemplar de su biblioteca personal en Londres. Y nosotros, sus lectores deslumbrados por su Habana para un Infante difunto sabemos que el poeta no se equivocó: La Habana se quedó con Guillermo, le siguió hasta Londres.
Ruinas en el campo, ciudad en el exilio: ¡ay! mi Cuba.