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JEROME DAVID FONSECA

Por 15 de marzo de 2006 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Para mí, Rubem Fonseca no es un autor brasileño. Suelo leer los autores brasileños en francés. Puedo leer un diario en portugués, pero una novela sobrepasa mis capacidades lingüísticas. La literatura brasileña es un producto traducido. Las Memorias póstumas de Bras Cubas, para citar una cumbre de la literatura, es algo que leo, como todos los autores de Brasil, en una traducción francesa. Todos, menos Rubem Fonseca, a quien descubrí en español y voy siguiendo en español pues las casas editoriales francesas no hacen su trabajo; es decir, traducir todo lo que publica un cuentista cuya vitalidad sigue siendo un modelo.

Muchas veces, viajar a países hispanohablantes es traer a Francia los libros de Fonseca. Cuando uno empieza a leer un autor en un idioma, no puede cambiar después, sería como escuchar la voz del autor en un doblaje malo. Como descubrí la literatura japonesa en EE.UU., leo los autores japoneses meramente en inglés, en libros comprados en Amazon o en aquella librería japonesa cercana a la pista de hielo del Rockefeller Center en Nueva York. No se trata de esnobismo sino de los accidentes que suelen ocurrir en una vida de lector.

Hoy, el placer que me da aquella vida es comprar en una librería de Santiago de Chile Pequeñas criaturas en la edición que publicó Norma en Bogotá. No podrá superar, claro, el placer que me procuró el libro que Fonseca había escrito en portugués para demostrar su pasión por el escritor ruso Isaac Babel. Se titulaba Emociones y pensamientos imperfectos y, como trataba de la adaptación al cine de un libro de Babel, era una especie de confusión insuperable entre idiomas y géneros donde yo sentía que hacía lo que me correspondía para seguir a Fonseca.

Pase lo que pase, con Fonseca no existe la decepción. Nunca le falta la energía vital. Se nota en su manera de combinar sexo y muerte, y también comida y amor, pero también en su manera de ser cuidadoso para mantener aparte tanto sexo y amor, como comida y muerte (creo que en su ficción, donde no faltan los muertos, solo se vincula la muerte y la comida en Bufo y Spallanzani, a ver si me equivoco: rercuerdo sapos venenosos pero también algo con setas mortales).

Como muchos, descubrí a Fonseca a través de El gran arte. Desde entonces, es algo que me sirve para saber cuál es el lector que tengo frente a mí. Si alguien me dice que El gran arte es una novela policiaca, tengo la respuesta: “Claro que sí, tal como En busca del tiempo perdido es un documento sobre la homosexualidad a principios del siglo veinte en el Faubourg Saint Germain”.

Rubem Fonseca es un escritor que se ubica en lo más alto de lo que la literatura nos dice sobre la condición humana. El abanico de sus preocupaciones supera todo. Un ejemplo (que sus seguidores van a reconocer como un extracto de “secreciones, excreciones y desatinos”) permite demostrarlo en una frase: “… estaba pensando en Dios y observando mis heces en la taza del retrete” dice el narrador de un cuento exquisito. Como Fonseca, no hay otro y acabo de comprobarlo en Internet, con un placer también exquisito, al introducir las palabras Rubem Fonseca en Google. En la segunda página aparece el enlace hacia lo que Rubem Fonseca opina de Juan Rulfo. Es un artículo del diario Crónica de hoy, que cuenta cómo Gabriel García Márquez entregó el premio Juan Rulfo a Fonseca en la Feria de Guadalajara en 2003. Todo parece normal salvo un detalle: el retrato del autor que viene al lado del titular: es la fotografía de Jerome David Salinger, el autor de The Catcher in the Rye.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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